En esta soleada y fresca mañana sabatina, me espera un nuevo regalo cultural. Por ello me dirijo tranquilamente al Museo Arqueológico ubetense, pues, a las once de la mañana, Cecilia Antonelli, representando a la directora del museo, y como gestora de la empresa Semer Turismo y Cultura, va pasando lista de las personas que nos hemos apuntado a la visita de hoy. Tras presentar a Ramón Beltrán Almazán (que la dirigirá), anuncia la última, que será el próximo sábado: Santa María de los Reales Alcázares, de la mano de Antonio Almagro García.
Ramón comienza su intervención advirtiendo que hay muchos asistentes de otras visitas y que es posible que nos aburramos. ¡Nada más lejos de la realidad! No obstante, ya ha preparado documentación interesante en las mesas de la sala principal del Archivo Histórico Municipal, en la segunda planta del Palacio de las Cadenas, en donde realizaremos la ansiada visita. Después, todos vamos marchando y charlando desenfadadamente hacia el ayuntamiento de Úbeda. Allí, en su puerta norte, nos agrupamos para hacer una foto de familia, que repetimos, cuando entramos a su porticado patio, en la escalera de mármol, para tener doble recuerdo gráfico y poder disfrutarlo en la página web del Museo Arqueológico, juntamente con otras muchas fotos de todas las visitas que estamos realizando con su programa Conociendo Úbeda.
Tras la lenta escalada al segundo piso del palacio Vázquez de Molina y al entrar en su amplia sala, que ocupa todo el edificio por la parte sur, nos topamos con unas vistas impresionantes del llamado, antiguamente, Paseo Bajo, con sus jardines y monumentos principales; así como, en lontananza, el bonito valle del Guadalquivir, cantado por insignes escritores y poetas, como Antonio Machado o Antonio Muñoz Molina, entre otros. Cada ventana de ojo de buey muestra una fabulosa postal de la Ciudad de los Cerros. La del lado oeste: la Capilla de El Salvador, principalmente, con el Parador de Turismo, su explanada y los jardines que le anteceden. Las ventanas del centro dan al mediodía y sur, mostrando la grandeza (desde las alturas) de la irrepetible iglesia de Santa María de los Reales Alcázares, con todo su destacable entorno urbano y ajardinado. La del lado oeste es un escaparate abierto a todo el entramado urbano que enseña sus distintos tejidos constructivos y épocas del resto de monumentalidad ubetense, enmarcado en el soleado azul del lejano horizonte. Como todos los visitantes tienen ansias desaforadas de palpar las espléndidas vistas desde esta atalaya conquistada, Ramón nos deja un buen rato, para que foguemos, como niños recién entrados a su jardín de las delicias particulares y podamos ver y fotografiar todo cuanto se nos presenta ante nuestras sorprendidas pupilas. No nos hartamos de hablar y admirar hasta que, pasado un rato, nos reúne a todos en el centro de la gran sala, ofreciendo todos los asientos disponibles a las damas y personal que lo precise, para que la visita sea lo menos fatigosa, físicamente hablando.
Y, entonces, empieza su largo, enciclopédico y entretenido discurso sobre la visita del lugar en el que nos encontramos, tocando todos los palos posibles: historia, arquitectura, derecho, literatura, proverbios, chascarrillos…; pero de una manera amena, teniendo embobado a todo el personal, pues nos va haciendo, durante casi tres horas (hasta las dos de la tarde) un extenso memorándum de todo lo que este archivo contiene, explicándolo todo pormenorizadamente. Aunque, como él mismo aclara, habla muy deprisa y por eso pregunta si se le entiende bien. Y es que su rapidez mental y su portentosa memoria dotan de mayor enjundia a su discurso. Pero todo lo va desmenuzando, paso a paso, para que lo entendamos todos.
Este salón de protocolos ocupa toda la planta sur con miles de legajos. Empezó a funcionar en 1876-77, con este mismo espacio físico. Se le llamó de protocolo porque contenía Protocolos Notariales con una numeración particular y arbitraria, no coincidente con las fechas cronológicas, para enlazarlo con su programa de ordenador correspondiente. Este archivo pertenece al estado porque es notarial y nos cuenta su proceso de almacenamiento: un funcionario municipal recibe los protocolos; cuando tienen 25 años de antigüedad pasan aquí y luego, cuando cumplen 100, pasan a otra sala.
Realmente lo que hay son cuatro archivos: el Fondo de Protocolos Notariales; otro, de carácter excepcional, que lo constituye el denominado Fondo Judicial (las cajas amarillas y grises, que hay al fondo, son documentación judicial del siglo XVI hasta comienzos del XIX); más otros dos: uno, de muy corta extensión, que se corresponde con documentos en pergamino procedentes de la antigua Iglesia Colegial de Santa María de los Reales Alcázares; y otro, el fondo de la Casa Cuna que está constituido por la documentación que se conservaba en el Hospital de Santiago, que pudo rescatarse cuando comenzó su rehabilitación. Gracias a ello, se ha podido desvelar una parte importante de la situación de la marginalidad en Úbeda.
Y echa mano de la historia para complementar sus palabras. En 1812 se produce en España la división de los tres poderes del estado moderno (legislativo, ejecutivo y judicial) y, desde entonces, se van abriendo paulatinamente hasta que luego, en el devenir histórico, parece que se van cerrando, como estamos viendo actualmente. En el siglo XIX salen decretos de nueva planta judicial: juzgados, archiveros y territoriales.