La Vía del Sureste – 31

Por Manuel Almagro Chinchilla.

Día 26 de julio, Piornal – Cabezuela del Valle, 24,2 km.

Al día siguiente, 26 de julio, salimos de Piornal a las cinco de mañana. El camino es todo bajada hasta el río Jerte, precioso valle con un paisaje impresionante de cerezos; aún había bastantes árboles con frutos y nos paramos a coger sobre la marcha. Fuimos zigzagueando por la comarcal CC‑17.5.

Poco antes de llegar al río, pasamos por Valdastillas y, una vez llegado al cauce, cogimos la N‑110. Por el arcén opuesto, bajaba una columna en formación de Bois Scout, y tres kilómetros más arriba, según el sentido del río, nos encontramos con el pueblo de Navaconcejo. Aquí, algunos de los del grupo, aceptan la invitación de quedarse que les hacen en una comuna de hippies. El rechazo del resto fue total y absoluto; el ambiente observado así lo aconsejaba.

Los que decidimos continuar, llegamos a Cabezuela, capital del Valle del Jerte y final de la etapa; era el día de santa Ana y estaban en fiestas. Comimos en un restaurante a orilla del río, donde entablamos conversación con un murciano entusiasta del camino jacobeo, Florián Maturana Gómez, que vivía en Collado Villalba (Madrid). Seguimos por la margen derecha hasta llegar a una preciosa ermita, que casi toca las aguas, consagrada a la Virgen de Peñas Albas. Allí nos recibió don José Blázquez Zamorano, cura párroco; vestido a la vieja usanza, con sotana ‑señal inequívoca de que estamos en la diócesis de Toledo, aunque en la provincia de Cáceres‑, buen conversador. Le comentamos el episodio ocurrido en Piornal, que nos apedrearon; él escuchaba atónito y nos aseguró que hablaría con don Andrés, párroco de Piornal. Nos entregó las llaves de la ermita para que la utilizáramos para dormir.

 

En éstas estábamos, cuando llegaron los que pensaron quedarse en la comuna; supongo que saldrían por pies, dándose con los talones en donde la espina dorsal pierde su digno nombre. Don José Blázquez, con una inconfundible mímica, mostró su rechazo al atrevimiento de aceptar aquella insólita invitación.

Nos retiramos temprano a dormir. Quienes pretendían pasar la noche fuera del pequeño templo tuvieron que desistir; la atmósfera estaba bastante revuelta y presagiaba tormenta.

almagromanuel@gmail.com

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