Por Fernando Sánchez Resa.
Al entrar en la iglesia y hablar con nuestros amigos presos, obtenemos funestas impresiones: el local era pequeño, no había ventilación (ni agua ni retretes) y, además, húmedo. Nosotros, que esperábamos tener un buen rancho al medio día, nos encontramos con que nuestros compañeros no habían comido nada en las 24 horas anteriores; por lo que la comida del medio día brilló por su ausencia.
Para la cena, surge una inesperada sorpresa: el alcalde del pueblo regala dos kilos de arroz, que algo era para los ochenta presos, pero no demasiado. Menos mal que el jefe de la fuerza, que venía con nosotros, manda (por métodos rojos, que parecen ser los que mejor resultado dan) que varios individuos vayan al huerto a traer una bolsa de habas verdes. Estaba anocheciendo y a la tenue lucecita de una vieja lámpara nos encontrábamos todos los presos pelando habas, para obtener un abundante rancho de arroz con habas (o habas con arroz). Los antiguos presos llevaban día y medio sin comer; nosotros, al menos, habíamos tomado café aquella mañana…
Tras la suculenta cena, cada cual buscó acomodo. Mi buen amigo Santos Ortega Ponce y yo escogimos la sacristía, lugar algo menos húmedo, para poner nuestros camastros, hacer nuestros rezos y disponernos a pasar una noche lo más cómoda posible. Y no nos fue mal del todo; si exceptuamos el paseo continuado de las ratas sobre nuestras cabezas…
Cuando llegó el siguiente día (domingo, 1 de mayo), nos encontramos sin desayuno… Aunque, lo peor que me pudo ocurrir fue la repugnancia que me produjo tener que trabajar en ese día santo, por lo que lo pasé tristemente. Éste sería uno de tantos en los que tuvimos que trabajar a la fuerza, pues hubimos de colocar una cañería por la calle para poder instalar retretes en la iglesia. Lo hicimos sin novedad y sin cansarnos demasiado.
Menos mal que (ese día) nos enviaron desde la cárcel de Jaén nuestro rancho, pues las autoridades así lo pensaron: de esta manera podríamos tener algo que comer. Luego, semanas más tarde, Intendencia nos proporcionaría una media ración. Por eso, recuerdo los tres meses y medio (que allí estuve) como la mejor temporada pasada durante la dominación roja, pues disponíamos de pan y rancho abundante…
Úbeda, 20 de septiembre de 2014.