2.- Sin dinero para pagar la pensión.
Llegué a la pensión a media mañana. Oí a Catalina en el pasillo y salí a su encuentro muy nervioso, con el paquete de folios en la mano. Tenía que decírselo antes que a nadie, por miedo a que me reclamara las tres semanas que le debía y me concediera unos días de plazo. Me extrañaba que, al principio, me llamara a capítulo cada lunes, para exigirme el pago por adelantado; y, ahora, no daba señales de vida, aunque hacía tres semanas que no le pagaba. No podía arriesgarme a que el día menos pensado me soltara, delante de todos, que tenía que abandonar la pensión por no pagar. Ciertos asuntos hay que saberlos afrontar y dar las explicaciones oportunas, cuando corresponde. Pero, lo que más me preocupaba era la perspectiva de regresar a mi pueblo y ponerme delante de mi madre, derrotado.