Presentado por Manuel Almagro Chinchilla.
Aunque cada vez menos, no es raro que a las personas se les designe con apodos, es una tradición tan antigua como la existencia de los apellidos; es más, probablemente en muchos casos, el apodo terminó derivando en apellido. Prácticamente en todos los casos, no se usa el mote con carácter peyorativo, y sí otorga una mayor operatividad a la hora de la identificación personal del individuo. Lo que ya no resulta tan normal es aplicarle el mote a la esquela mortuoria del fallecido, quizás porque la gravedad del caso no permite llevar determinadas expresiones, a veces hasta jocosas, a un papel tan serio con ribetes negros. No obstante, en Úbeda, no es raro ver el apodo en la esquela, lo cual, me atrevo a creer que se debe a la pura función identificativa, pero que no deja de sorprender a algunos foráneos no familiarizados con los vicios y costumbres ubetenses.
Ramón Quesada nos ofrece un plantel de sobrenombres como respuesta a la pregunta de un amigo que mostró su extrañeza ante una esquela de un finado con apodo.