Por Margarita Latorre García.
Hoy es domingo, como el día en que usted marchó; así, de golpe. Nadie lo presentía; cada uno en su tarea, en su veraneo o en su viaje; y, de pronto, todo se trastocó, otra vez: la cuarta, este año. Había que despedir a alguien allegado: primero fue Paquita, mi madre; luego Rosarito, mi amiga; después, hace muy poco, el tito Antonio; y ahora, Fernando, el abuelo. Nadie lo esperaba; si acaso usted que siempre decía que notaba cómo le iban fallando las fuerzas y todo le costaba más trabajo.