Despedida

Querido abuelito Fernando:

Hace poco más de un mes que te dimos sepultura y aún tengo la tendencia de coger el teléfono a esa hora vespertina en que la abuelita y tú acostumbrabais a acostaros, esperando que os venciese la llegada de Hypnos, el Sueño. Eran ésos, momentos de cercanía telefónica, que invalidaban la lejanía geográfica que nos separaba, y brindaban, por minutos, la posibilidad de estar juntos y anular el espacio, que no el tiempo. Recuerdo aún cómo te reías burlonamente de «Esas cosas modernas que hacíamos hoy en día», cuando te decía que mi marido y yo veníamos del yoga, de cuya bondad logré convencerte fugazmente al decirte que, en última instancia, quienes lo practicaban de verdad buscaban la unión con Dios. «Bueno, pues si es así, sí».

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