Háganse preguntas

En un artículo anterior toqué superficialmente el tema de la manipulación histórica. Como refuerzo del tema principal. Incido otra vez en lo tocante a lo anterior por una circunstancia sucedida no ha mucho.

Como colofón a las II Jornadas de Novela Histórica (y previa al fallo del concurso de novela) celebradas en Úbeda este mes de noviembre, hubo una mesa redonda a cargo de escritores tan reconocidos como Almudena Arteaga, Paloma Sánchez Garnica, Salvador Compán y Jesús Maeso. Todos ellos relacionados con el tema histórico novelado.

Asistí como oyente a la charla, absteniéndome de intervenir con pregunta alguna, porque sabía del tiempo tasado que el acto tenía. Se barajaron criterios varios (con  algunos leves desacuerdos entre los escritores) como el concepto en sí de novela histórica (qué es o no es), la importancia de la calidad literaria, imprescindible en toda obra escrita que se precie de tal, los recursos utilizados o utilizables, las fuentes necesarias, la verdad histórica de lo narrado y no la elucubración manipuladora de los hechos para cambiarlos (realmente eso sería novela, pero no histórica) y otros aspectos y anécdotas alrededor del tema.

Hubo algo que se tocó, mas ahí me hubiese agradado que se profundizase más, pero comprendí que el tiempo mandaba; razón por la que no me adelanté a intervenir en la participación de los oyentes: el rigor histórico.

El rigor que se debe exigir en quienes abordan la narrativa histórica, se exigía (rigor que creo tanto deben tener quienes se dedican a la investigación, a la enseñanza o a la narrativa novelada o no). El rigor abarca tanto a los datos temporales como a los sociales, económicos, climáticos, legales o léxicos, etc. El rigor, ante todo; lo contrario es fantasía o adulteración, por no decir simple y llanamente estafa o engaño.

Ahí iba yo. A la falta de rigor histórico que se ve y se nota no ya en alguna novela histórica en particular, sino también hasta en la didáctica y tratados históricos. Falta de rigor, porque adrede se trata de cambiar o manipular la Historia (sí, la Historia, en general, la escribieron los vencedores). Si el novelista se introduce en esta especialidad, debe hacerlo con todas las consecuencias y todos los datos en la mano; si es hábil, trabajará con los que honestamente haya obtenido, sin introducir gazapos innecesarios que pueden “cantar” en demasía. Mas los hay que no sólo no respetan la realidad histórica, por desconocerla, sino que tratan de dar gato por liebre, en la esperanza de que el lector no avisado se tragará todo lo que se le eche. Tal vez lo logran, cuando estamos ante ediciones masivas.

Lo peor, la manipulación ideológica, que empieza por la traslación de esquemas mentales, ideológicos, sociales y hasta religiosos, desde nuestro tiempo hasta el siglo o tiempo que pretenden reflejar en su narración o disertación. Es una aberración tal que, de tanto oírla o llevarla a cabo, ya nos va pareciendo hasta normal; hoy día escuchamos a políticos de uno y otro lado del océano juzgar hechos del descubrimiento y conquista (o colonización) con la óptica del revisionismo más ramplón o las reivindicaciones más absurdas. Como si lo sucedido allá hace quinientos años fuese extrapolable a nuestra época. Y exigen que se pida perdón, como si los actuales hubiesen sido los causantes de los males.

Lo hacen o dicen, o escriben, con la intención menos inocente del mundo. Saben que tergiversan, pero lo hacen adrede, porque pueden “vender” el género como si fuese posible la reversión del tiempo. Para que se crea lo que dicen, a costa de los que ya no pueden decir. ¿Hace quinientos años pensaban y sentían los mismo que ahora?, ¿tenían los mismos valores?, ¿se planteaban las mismas cuestiones éticas o religiosas?; en suma, ¿podemos juzgarlos bajo los mismos parámetros que los juzgaríamos ahora…?

Es de necios o de oportunistas el hacerlo. Otra cosa es realizar la comparativa correspondiente, que puede ser honesto y oportuno el hacerlo para obtener un fin didáctico. Ver lo que hemos (o no) avanzado en los siglos transcurridos. No digamos ya si retrocedemos hasta milenios. Cuanto más retrocedamos, más necesario será afinar (y más difícil).

Es cierto que siempre, en cualquier siglo o tiempo, han existido personas que han visto claro, que han distinguido la paja del grano y han obrado y declarado la especificidad de lo humano, del ser humano como digno de existencia, de consideración, de justicia… Pero han sido islas en los océanos de lo establecido en su tiempo. Y, con ello, ellos se levantaron sobre los demás y demostraron la aberración en la que nadaban sus contemporáneos. Mas no quiero decir con ello que, en efecto, ahora deban ser juzgados fuera de su contexto general, fuera de lo que les era normal y permitido.

El novelista que lleva a sus protagonistas y demás comparsas y circunstancias a hablar, decir, sentir y obrar, como si estuviesen inmersos en nuestro tiempo, es un mal novelista o un peor manipulador; peor si, en vez de novelista, se dice historiador. ¿Nos llevaría lo contrario a justificar todas las barbaridades que a nuestros actuales ojos se han cometido a lo largo de tantos siglos, en todo lugar…? No tal, mas hay que relativizar lo conocido para comprenderlo. Y presentar la verdad histórica como un juego de vicios y virtudes mutables e interpretables según cuándo, dónde, cómo y por quiénes.

 

 

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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