36. ¡Encarcelado!

Siempre que pronunciamos la palabra cárcel lo hacemos con prevención y horror, pues su idea nos causa repulsión y su contenido aversión… Aunque se lea en su frontispicio: “Odia al delito y compadece al delincuente”, las cárceles siempre se han considerado nido de forajidos, ladrones y criminales; por eso hay horror a habitarlas, aunque en el devenir de los tiempos esos lugares se hayan podido convertir en templos santos donde se han ofrecido sacrificios, abnegaciones y heroísmos en honor a Dios o a la Patria… Por la defensa de ambos, personas dignas se veían encarceladas al hallarse en la zona roja española y haber podido escapar (en los primeros meses de la guerra) del horror, persecución y crimen… Por ello, la cárcel (por entonces) era morada de personas dignas que habían defendido las causas de Dios y de España, enarbolando sus santas y gloriosas banderas, siendo el sanctasanctórum de la patria y de la religión.

En el 17 de mayo de 1937, entré en esta morada, tras dar mi nombre para el fichero, encontrándome con personas dignísimas, siendo muchos de ellos amigos o conocidos… Y, tras abrazarnos y saludarnos, efusiva y cordialmente, subimos al dormitorio número 5 y charlamos un poco, hasta que suena la corneta y nos encierran en las prisiones de hierro de nuestros dormitorios. Allí me encuentro con el párroco de San Isidoro de Úbeda, que me pregunta si he cenado, pues ellos ya lo habían hecho y no esperaban comer hasta el mediodía siguiente… Le contesto que ni siquiera he comido, pero que resistiría hasta el día siguiente. Al no haber desayuno y tener él guardado (desde la tarde) un plato de arroz con habas, comprendiendo mi necesidad, me lo trajo, con lo que sacié mi apetito dando gracias a Dios y al buen párroco, y estuvimos charlando hasta que nos acostamos. El tema de conversación rondó alrededor de la guerra y del cambio de gobierno en la España roja; de los crímenes y atropellos cometidos en Úbeda; de nuestras mutuas odiseas y de todo lo que había acontecido desde que no nos veíamos…

Al tocar retreta, extendimos las camas. Cuando se oyó el toque de silencio se apagaron todas las luces, y la oscuridad y el silencio se apoderaron de todo el recinto…

Úbeda, 6 de enero de 2014.

 

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