21. Fuga del hospital

Cuando llevaba algo más de tres semanas, “haciendo que trabajaba”, se produjo un cambio radical en el hospital y todas sus dependencias: una mañana, irrumpieron cuatro mujeres (que se titulaban enfermeras) y que venían para hacerse cargo del hospital, por expreso deseo de su director, sustituyendo a las Hermanas de la Caridad, a espaldas del Frente Popular de Úbeda, que prefería que siguieran éstas (pero vestidas de seglares)… Los cuatro milicianos que acompañaban a aquéllas tomaron por asalto las puertas del edificio, no permitiendo que nadie entrase o saliese sin ser registrado: quitando dinero, medallas o escapularios, incluso profanando hasta un santo Cristo que pisotearon…

Entonces comprendí que debía marcharme de allí, pues no estaba seguro con aquellas fieras… Igual pensaban las Hermanitas; incluso Alejandro Moraga quiso acompañarme a alguna casa particular, esa misma noche; pero, al ser tarde y sin estar avisada ninguna familia, optamos por permanecer allí y esperar al día siguiente (26 de septiembre).

Así lo hice: envié a un anciano de confianza, pero recibí la primera negativa. (Era un gran riesgo tener en su casa a un sacerdote o religioso, pues sería motivo suficiente para dar el “paseo” a toda la familia…). Sin perder la esperanza, volví a enviarlo a otra casa, trayéndome buenas noticias: podía presentarme como sobrino de la familia, pues allí vivían otras tres familias rojas de verdad…

Pasé el día atemorizado por los milicianos de Madrid y llegó la noche suspirada. Aunque el dirigente socialista había prometido acompañarme (ir yo solo era blanco fácil para liquidarme…) no pudo hacerlo, pues andaba ocupado en llevar en automóvil a las Hermanitas de la Caridad para refugiarse en casas particulares… Al estar muy cansado por esta labor, busqué a otro miliciano de buenos sentimientos; mas, al estar de guardia, no podía salir sin permiso… Llegó el auto de la Cruz Roja y un muchacho ‑que era amigo mío‑ tampoco pudo acompañarme (enterándome después que fue corregido por el director médico de la Cruz Roja). Aunque hice algunas gestiones, comprendí que no tenía más remedio que retirarme a dormir. La noche fue muy inquieta y falta de sueño, pues solo pensaba en fugarme.

Era domingo 27 cuando, una vez abiertas las puertas del hospital y sin dar conocimiento a nadie, fui en busca de una casa de acogida… Mejor así, pues, si lo hubiese hecho el día anterior, hubiesen sabido mi paradero ya que andaban buscándome, aunque muchos me creían muerto.

¡Mucho agradecí a la Santísima Virgen del Carmen haberme proporcionado este bendito y olvidado refugio…!

Úbeda, 26 de febrero de 2013.

fernandosanchezresa@hotmail.com

Deja una respuesta