Una de las causas del movimiento natural del aire es el conocido como “efecto chimenea” (fig. 112) o, por emplear términos más técnicos, el empuje térmico. Cuando el aire entra en el alojamiento, se calienta debido al calor disipado por los animales y la fermentación de las deyecciones: al disminuir su peso específico, se eleva y sale al exterior por las aberturas dispuestas al efecto, bien sean chimeneas o, más habitualmente, una abertura continua en la cumbrera de la cubierta o caballete. El aire, al salir, crea una ligera depresión en el interior que provoca la entrada del aire desde el exterior al tener en este punto una presión ligeramente superior a la que existe dentro.
Fig. 112. Esquema del efecto chimenea en la ventilación natural.
El “efecto viento” (fig. 113) es la segunda de las fuerzas que actúa en la ventilación natural, de forma que su efecto es mayor que el efecto chimenea, cuanto mayor es su velocidad, y cuanto más similares son las temperaturas externa e interna (como sucede en verano), situación en la que el efecto chimenea tiene escasa importancia.
Fig. 113. Esquema de ventilación natural debida al efecto viento.
Ventilación dinámica
En este sistema, el aire es introducido o extraído de la nave por ventiladores con un caudal determinado y, la mayor parte de las veces, con un funcionamiento dirigido por sistemas de control más o menos sofisticados.
Existen tres tipos de ventilación dinámica (también denominada forzada o mecánica) que difieren en la presión relativa del aire dentro del alojamiento, en relación con la presión atmosférica externa:
▪ Ventilación por extracción: los ventiladores extraen aire del alojamiento creando una ligera depresión respecto al exterior, lo que conlleva que el aire fresco penetre por las entradas dispuestas al efecto.
▪ Ventilación por inyección: los ventiladores inyectan aire fresco en el alojamiento, provocando una cierta sobrepresión respecto al exterior; sobrepresión que expulsa el aire interior a través de las salidas existentes.
▪ Ventilación equilibrada: unos ventiladores inyectan aire fresco y otros extraen el del interior del alojamiento en cuantía similar, con lo que la presión interior es igual a la atmosférica.
La inyección de aire exige conductos perforados que garanticen una adecuada distribución del mismo en el espacio ocupado por los animales. La ventilación por extracción es la más habitual.
Diseño de los sistemas de ventilación
Cuando una nave está subdividida en salas independientes dispuestas en vagón de tren, la solución razonable es aquella en la que el aire entra a cada sala desde el pasillo general y sale al exterior por la fachada opuesta.
En las demás situaciones caben distintas opciones, dependiendo de la anchura de la nave (tabla 11).
Para que la ventilación sea eficaz, es conveniente que las entradas de aire se sitúen en la parte superior de los cerramientos, y las salidas, relativamente bajas, al margen de que el aire pueda ser liberado al exterior incluso por el tejado (mediante chimeneas, por ejemplo).
Tabla n.º 11. Opciones de ventilación dinámica en función de la anchura de la nave.
La elección de los ventiladores debe tener en cuenta su caudal efectivo en las condiciones en que van a trabajar, tomando en consideración las pérdidas de carga que sufra el aire.
Si el diseño de las entradas y salidas de aire no posibilita que, en caso de fallo en el suministro eléctrico, el alojamiento se ventile transitoriamente mediante ventilación estática, deben instalarse equipos de emergencia (ventanas o chimeneas) que aseguren cierta renovación de aire, mientras no se reinicie el funcionamiento de los extractores.
Tipo de ventiladores
Para que el caudal de ventilación real se ajuste a las cambiantes necesidades de renovación de aire (que pueden variar en un amplio rango en función de las circunstancias concretas de cada momento), es aconsejable el empleo de ventiladores de caudal regulable. La utilización de ventiladores de caudal fijo provocaría saltos bruscos del caudal de ventilación, originando importantes oscilaciones de las condiciones ambientales en el interior de los alojamientos, que raramente se corresponderían con las buscadas.
Velocidad de entrada del aire
La velocidad con que el aire penetra en el alojamiento condiciona sus trayectorias en el interior, afectando a la eficiencia de la ventilación y a la velocidad y a la temperatura del aire a la altura de los animales. Cuando la entrada del aire en los alojamientos es horizontal (situación habitual), deben buscarse velocidades de admisión elevadas: 4-5 m/s (e incluso mayores en naves muy anchas).
Aberturas de entrada de aire
Teniendo en cuenta el amplio rango de variación de los caudales de ventilación de un alojamiento determinado, y para garantizar que la velocidad de entrada del aire sea siempre aceptable, es preciso que las aberturas por las que el aire penetra sean de sección variable y regulada en función de los caudales de cada momento.
Asimismo, resulta preferible que la sección total de las entradas de aire se distribuya entre varias pequeñas aberturas, que entre pocas y grandes: la ventilación será más uniforme y mejorarán la temperatura y la velocidad del aire a la altura de los animales.
Velocidad del aire a la altura de los animales
La velocidad del aire a la altura de los animales influye, por un lado, sobre la pérdida de calor de los mismos (aumentando esta al aumentar aquella); y, por otro, sobre la incidencia de patologías respiratorias.
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