—Cada vida es un puñado de nubes surtidas en continuo movimiento. Las hay blancas y esponjosas, negras y maldicientes, rojas y enamoradas, grises y monótonas, verdes de esperanza. Unas son grandes, otras apenas duran un soplo. Tienen formas caprichosas, pero todas cambian de forma e intensidad y se agrupan con otras dando agua y color o desaparecen con la Luna. Te digo esto, niña, porque has superado una nube negra de tu vida y ahora mereces empezar a sentir la vida de tu siguiente nube que será más cálida y libre —se decía León, recordando el sentir de la vida que tantas veces había comentado con su mujer Amalla—.
Rosalva llevaba veinte años con los ojos verdes y en la ducha dejó que el agua se llevara el nombre postizo de Aymara y todas sus servidumbres. También la tristeza de sus bellos ojos y el sufrimiento de las vejaciones y la rabia contenida de la esclavitud. Se lavó los dientes, dejando el poso de amargura de su boca y, por fin, pudo abrir franca su sonrisa.
Teresa, conocedora de la situación por su padre, le dio un abrazo grande de hermana y un pijama suyo.
—No te preocupes —le decía—. Todo va a salir bien.
Juan regresó a casa con una maleta que contenía ropa para Rosalva y una bolsa de aseo personal. Había preguntado en una agencia de viajes cuál era el primer vuelo que salía de Madrid con destino a Lima y el importe de un billete de ida y vuelta. Después de mirar y remirar a Rosalva, que le parecía muy atractiva con el pijama rapicorto que llevaba de Teresa, les explicó:
—El billete cuesta 970 euros y el primer vuelo disponible es para el día 25, o sea, dentro de dos días. Pero tenemos un gran problema con el pasaporte. He estado en el Consulado de Perú en Sevilla y hay que pedir cita previa, presentar el DNI, la denuncia ante el Ministerio en la que acredite la pérdida o robo del documento y otros requisitos. Además, tardarán entre una semana y diez días en tenerlo.
—¿Entonces, qué hacemos? —preguntó León—. Hay que hablar con Alfonso —dijo, cogiendo el teléfono—.
—Es mejor que llame él. No sabemos si está solo o mal acompañado. Por el móvil nos pueden relacionar los mafiosos y entonces estamos perdidos. He pensado ir a la Comisaría de Policía y hablar con mi buen amigo el comisario Dionisio del Moral, quien precisamente se encarga de los asuntos de drogas y prostitución y contarle el caso. ¿Qué os parece?
—Sin hablar con Alfonso no me parece bien. ¿Qué piensas tú, Rosalva?
—Digo que esa gente es muy peligrosa. Estaremos aquí seguros mientras no sepan nuestro paradero. También yo creo que Alfonso debe saberlo y, por mi parte, si tengo que denunciarlos, estoy dispuesta a declarar lo que haga falta —dijo con determinación—.
Cuando León iba a llamar a su amigo, sonó el teléfono.
—¿Cómo va todo? ¿Qué hay del billete de avión y del pasaporte?
—Por el billete no hay problema. Juan se ha informado y puede coger vuelo en varias compañías aéreas por algo menos de mil euros, ida y vuelta. El problema está en el pasaporte. Son necesarios unos requisitos y más de una semana de espera.
—¡Vaya por Dios! Con eso no contábamos. Por ahora tenéis que seguir ocultándola en vuestro piso hasta que encuentre una solución. Tengo un “gorila” frente a mi casa que vigila mis movimientos, porque creen que yo he tenido algo que ver en la desaparición de Aymara. Dicen que ella sola no se atrevería a dar ese paso.
—Juan dice que debes borrar del móvil todas las entradas y salidas que hagan referencia a nosotros para que no nos puedan relacionar. Cuando quieras llamar lo haces desde una cabina y no se te ocurra venir por aquí.
—Es lo primero que hice anoche. No me llaméis vosotros. Yo me pondré en contacto.
—También dice Juan que él tiene un buen amigo en la comisaría de policía de Sevilla. ¿Quieres que lo llame y nos aconseje?
Después de unos momentos de silencio, Alfonso contestó:
—No es mala idea, pero será como último recurso. Intentaré otra salida. Mientras tanto, que la chica no salga a la calle. Tened mucha precaución, que estos malditos no se andan con chiquitas.
Nota de la redacción:
Enrique, uno de los tres autores de estas colaboraciones -la de los viernes- se despide, porque no puede seguir el ritmo y nivel de sus otros dos compañeros, a los que les agradece sus enseñanzas y anima a seguir en el desarrollo de este interesante relato. También queda agradecido a los lectores.