Un puñado de nubes, 38

04-05-2011.

Cuando después de la cita con el mafioso Nicola, Alfonso volvía a su casa en taxi, pensó que sería más acertado pararse a comer en un restaurante y así tendría tiempo más que suficiente para preparar lo que le quería decir a León. Y no solamente eso, sino también para pensar la estrategia, la manera más adecuada de ejecutarla, y considerar el papel que León debería desempeñar.

—Oiga —llamó la atención del taxista—, rectifico. Lléveme al restaurante Abades Triana.

Casi no disfrutó de la excelente lubina y del estupendo blanco de Haro, embargado como estaba por el problema que deseaba resolver. Se bebió el ristretto ‘café de intensidad media’ de un sorbo y salió a la calle. Consultó el reloj y vio que tenía tiempo para darse un paseo por los Jardines de los Reales Alcázares y los Jardines Murillo, y subir luego andando hasta Cardenal Lluch. A eso de las siete entraba en el bar La Luna.

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