Un puñado de nubes, 44

18-05-2011.

Eran sobre las nueve y media de la mañana y Alfonso todavía no había logrado restablecerse del bofetón que la noche anterior le asestara el guardaespaldas de Nicola Corleone a la altura de la oreja. A eso de las ocho, tuvo que hacer un esfuerzo ímprobo para llamar por teléfono a León, como le había prometido, y decirle todo lo que tenía que hacer con Aymara, especialmente lo del pasaporte y el billete de avión. No quiso responderle cuando le dijo «Tienes la voz un poco pastosa», pero la verdad era que aún sentía un fuerte aturdimiento. De todas maneras, lo tranquilizó saber que la operación Aymara estaba funcionando bien. Colgó el teléfono, se sentó en el canapé y, con los codos sobre las rodillas y la cabeza entre las manos, intentó recordar lo que le había ocurrido hacía pocas horas en ese mismo salón.

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