Un puñado de nubes, 02

02-02-2011.
Era jueves y acababan de dar las cuatro. León se vistió despacio, casi con desganada parsimonia. Pensaba que aquel encuentro con la que decía llamarse Amalia, “mira qué casualidad”, no sería en realidad la solución que buscaba. La había visto en un programa del Canal Sur, en donde gente ya mayor busca compañía para romper el enfermizo círculo del silencio.
Fue la semana pasada. Había vuelto del paseo cotidiano antes de lo previsto, porque el viento levantaba con tal fuerza regueros de hojas muertas que hasta era peligroso cruzar por el paso de peatones, porque los coches no llegaban a ver con claridad si el semáforo les permitía continuar la ruta. Ni siquiera cubrió los menos de trescientos metros que le faltaban para llegar a la cafetería en donde, tras el almuerzo, solía tomarse su cortado con una copita de Duque de Alba, esperando a que llegara el amigo Alfonso para comentar las noticias de la semana.

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