de vino rojo fue suficiente para inundar los valles,
las laderas, arrasar los campos de caña y subir las primerascumbres aún no redondeadas por los besos furiosos
del viento. Uvas de oro y canela para embriagar los corazones indefensos. El tiempo se contaba entre incendiosy floraciones, entre diluvios y sequías. El mundo sólo
pertenecía al mundo, que se envolvía en mantos
era hostil y otras generosa y en ocasiones débil, igual
que el corazón de una niña enferma. Hasta las cordilleras