Aquellos amores imposibles

El padre Mendoza solía decir que la estadística estaba en contra de nosotros y que ninguno se casaría con aquellas maravillosas jovencitas ubetenses. Sabía que en materia amorosa éramos unos ingenuos y unos pardillos y le preocupaba que los desengaños nos hicieran sufrir y sacar malas notas en Química o en Filosofía. Siempre sabía cuándo suspendíamos por leer a Bécquer o hacer poesías, en lugar de estudiar. El padre Mendoza era nuestro director espiritual y también lo era de las señoritas más distinguidas de la ciudad. No se cansaba de repetirnos que debíamos tener mucho cuidado con ellas, porque desde siempre las chicas han sido más listas y más astutas que nosotros y él, naturalmente, lo sabía muy bien.

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