Niños de la guerra

18-01-07.
El árbol solo y seco.
La mujer como un leño
de viudez sobre el lecho.
El odio, sin remedio.
¿Y la juventud ?
 
En aquellas etapas, lecciones vivas de miedos, muerte y odios, los chiquillos de la escuela, en vez de caballos, perros y pájaros, pintarrajeaban sus cuadernos de yugos y flechas, hoces y martillos. Y a veces, pelotones de fusilamiento signados con los nombres de sus vecinos…
Tras la contienda, ¡cuánta tinta y celuloide se gastó sobre los niños de la guerra! Todos eran niños de la guerra. ¡Y muchos todavía son un poco niños de la guerra! Burguillos no tuvo que hacer colas, sucio y harapiento, para recibir en una lata un cazo de bazofia. Y tampoco en casa recibió un odio cordial. Sus padres, situados en la derecha por su modesta posición, y por supervivencia, nunca en nada, sin duda por carácter, fueron extremistas.

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Cocinas y «cocinillas»

17-01-07.
El interesante artículo de José del Moral de la Vega, “Los nuevos templos”, toca un tema de la máxima actualidad en nuestra España: la gastronomía.
Me recuerdo ‑niño yo, haciendo cola en la panadería‑ oír cómo alguien pedía «pan de ayer» y se justificaba a continuación: «Hija mía, es que el pan tierno se lo comen los niños como el agua y no se puede: son cuatro y qué quieres que te diga».
Han pasado cinco décadas largas desde aquellas precauciones dictadas por la precariedad general de nuestra vida y hoy lucen las “boutiques del pan” con variedades cada vez más atrevidas y tentadoras para un manjar que sigue siendo básico como “guarnición” de patés, quesos blandos, salsas, embutidos… y otras delicatessen.

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