Por Mariano Valcárcel González.
De tarde en tarde, que me da por explorar mis estanterías y librerías, por aquello de que me temo que un incipiente síndrome de Diógenes me puede ir ganando la partida.
Que guardar cosas, objetos, cachivaches, tornillos, muelles y demás quincalla siempre puede venir bien, por aquello de que pueden servir para solucionar alguna chapuza; de veras que, a veces, te sacan del apuro esas piececillas que parecían no tener valor alguno. Esto hace que se llenen los trasteros, los garajes, los cajones de herramientas, hasta lo inconcebible e inaguantable.