Por Mariano Valcárcel González.
“El sueño de la razón produce monstruos”. Lo sabía perfectamente el gran Francisco Goya y lo sufría tremendamente. Consecuencia en él, las pinturas negras, tremendos sueños alucinados de una mente despierta, y su exilio póstumo de esa España que gritaba: «¡Vivan las caenas!».
Sí, tanta razón de la que presumen ciertos personajes de nuestra actualidad y fatalidad política, razonables según ellos hasta la médula, está produciendo certeramente monstruos ya irreversibles, como esos gremlins de la película que, una vez transformados por el efecto exterior, no es posible volverlos a su ser apacible, cariñoso y bienintencionado (achuchables).