Por Fernando Sánchez Resa.
Abocados ya a la Semana Santa, asistimos contados cinéfilos (el 26/3/2015) al Hospital de Santiago de Úbeda, puesto que queríamos apurar el ciclo programado, en ese mes de marzo, sobre el cine español, para visionar la última película, no demasiado conocida entre los asistentes: “Novio a la vista” de Luis García Berlanga, 1954; precisamente, mi año de nacimiento.
Este filme se desarrolla en la España y verano de 1918. El reparto es de los grandes elencos familiares y las sagas de actores españoles de nuestro cine: unos jóvenes José Luis López Vázquez y Terele Pávez (María Teresa Ruiz Penella, hermana de Enma Penella); Antonio Riquelme; las Caba Alba; Juana Ginzo, del elenco de actores radiofónicos de Radio Madrid; y una extensa plantilla de actores y actrices de aquel tiempo.
Las oportunas explicaciones de Andrés sirvieron para enterarnos de que era una película dicharachera y movidita, en donde hay multitud de diálogos que se van pisando unos a otros, pero con unos golpes de humor dignos de resaltar; y, más, después de haber visionado anteriormente otras películas más serias y melodramáticas, con duro final, siendo ésta la excepción del ciclo.
Es una comedia costumbrista inspirada en un relato de Edgar Neville, con un claro toque berlanguiano, en un ambiente burgués acomodado que pasa los veranos de vacaciones en su residencia en la playa y que comenta, despreocupada, la Primera Guerra Mundial, dividiéndose en anglófilos o germanófilos sus parroquianos.
Nos relata la lucha entre generaciones: los mayores contra los jóvenes y viceversa, en una abierta comedia juvenil que retrata a las familias que se van a veranear, a una playa de moda del norte español, presumiblemente: Lindamar (localidad ficticia; el rodaje se hizo en el hotel Voramar de Benicasim, en Castellón). Allí forman tertulias y corros en donde se critica todo lo que se puede y más, como suele hacer todo hijo de vecino cuando está reunido. Es el pecado español más repetido: hablar mal del otro cuando éste se encuentra ausente.
La película tiene gags al estilo del veraneo de Jacques Tati en las playas francesas: “Las vacaciones del señor Hulot” (estrenada el año anterior), pues nos describe cómo se lo pasaban, por aquellos años posteriores a la primera guerra mundial, una serie de familias de alto postín. Son graciosos y horteras desde nuestra actual mentalidad: los trajes de baño que usan, tanto ellos como ellas; las casetas portátiles que los acercan a la misma raya de la playa, para guardar la discreción y el pudor; la crítica que le hacen las comidillas de la película a la rusa divorciada, porque parece que enseña una rodilla…; todo causa mofa y admiración, y más si lo vemos desde nuestra perspectiva actual, cuando estamos viviendo como normal el divorcio, las nuevas costumbres importadas, la frivolidad, la desnudez en las playas…
La guerra entre generaciones empieza porque la madre de la principal protagonista (Loli Villanueva, Josette Arno) quiere hacerla mayor, vistiéndola -ese verano- como tal y tratando de ennoviarla con un ingeniero, Federico(un jovencísimo y cursi José María Rodero), que canta y demás; hasta que se rebela el grupo de amigos o pandilla que, hasta entonces, andaba fraccionada en dos secciones encontradas, pero que ante el enemigo común de los mayores forman piña y no dudan en rescatar y ayudar a Loli de las garras de su madre y del anquilosado mundo de los mayores. Y claro, como no podía faltar el amor, éste se potencia entre Enrique (Jorge Vico) y Loli, sintiéndose como novios púberes mostrando el candor, la dulzura y la inocencia -cuasi infantil- de aquellos tiempos que quieren describirnos. Incluso el detalle de poner cada uno de ellos por escrito, en el vaho del cristal de sus cuartos, el nombre de su amado/a sirve para mostrarnos el cambio que Loli ha experimentado al conocer a Federico; pues Enrique escribe el nombre de Loli, que borra inmediatamente, pero lo mantiene en el corazón; mientras ella, por el contrario, comenta con su perro Kaiser el nombre del chico que ha conocido en el verano, y lo escribe en el empañado cristal de la ventana, “Federico”. Ya no se acordaba de Enrique. ¡Qué poco ha durado el amor! Había sido una pura historia de amor de juventud, truncada por los azares de la vida.
Esta película tiene cierto parecido con “Verano Azul” de Antonio Mercero, aunque con más crítica social y mostrando una serie de personajes socarrones, estrafalarios y casi surrealistas, propios del cine de Berlanga; mientras los adultos se divierten cantando, tocando el piano, jugando a las milicias y a tomar las ruinas del castillo; los muchachos, hacen lo propio gastando bromas, escondiendo a la sobrina en el castillo, lanzando cohetes.
El final es reposado y pretende que nos sintamos descansados, como cuando se regresa de las vacaciones, impregnándolo todo de inocencia infantil, sueños, amores primigenios y nostálgicos; a pesar que lance un mensaje subliminal de lo que era la sociedad que retrata, en la escena de despedida entre Loli y Federico, al aparecer -detrás de Loli- una mujer adulta, también diciéndole adiós al ingeniero. Destaca la perfecta ambientación mostrando la estética y costumbres que tenía la sociedad española de la época, cuando iba a pasar las vacaciones a la playa.
Tanto gustó la peli, que hubo risas continuadas y comentarios jocosos diversos que vaticinaban lo que ocurrió al final de la proyección: que todos al unísono estuvimos aplaudiendo un buen rato, en pago a todo lo que nos había gustado; a pesar de ser un filme intrascendente, pero que retrata muy bien la vida de aquellas generaciones, con sus defectos y virtudes, pero con una espontaneidad y frescura digna de resaltarse, e incluso de imitarse en lo que de positivo tuvo.
El frío, que nuevamente vino a visitarnos a Úbeda, se nos hizo presente cuando salíamos charlando plácidamente de la sala de proyección; y pensando en los nuevos ciclos o películas que los dos titanes del Cineclub “El Ambigú”, Juan y Andrés, o viceversa, nos tendrían preparados para los tres jueves de abril. ¡Ah!, nos dijeron un anticipo: “Anónimo Veneciano” y alguna película más, seguramente del cine europeo o de algún cineasta especial. Fue la sorpresa que todos nos llevaríamos al volver de vacaciones; después de que viésemos desfilar, por nuestra magna ciudad, las procesiones de Semana Santa; aunque quizá seguramente alguno prefiriera irse de vacaciones lejos, cogiendo el avión, aunque con mucho miedo, pues hacía pocos días que un loco copiloto de Lufthansa había estrellado su aparato en los Alpes franceses con todo el pasaje dentro.
Úbeda y Sevilla, 15 de septiembre de 2019.