Por Mariano Valcárcel González.
Siguiendo el desasosegante argumentario del artículo anterior, me he internado sucintamente en ciertos personajes y biografías que ratifiquen, al menos en parte, lo que allí expuse, o sea la perturbadora influencia de la utilización excesiva del raciocinio intelectualoide, como base para la imposición de ciertas posturas radicales que pueden llegar a concretarse en programas también radicales sobre la población y los estados.