“Los pinares de la sierra”, 59

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

4.-El timo del ciego.

Todos celebramos la respuesta, algunos encendieron sus cigarrillos, dispuestos a escuchar con atención al compañero, y Arumí nos contó con detalle cuál era la principal fuente de ingresos de la pareja. Lo llamaban el timo del ciego. Se trataba de localizar un lugar apartado, con poca afluencia de visitas, y elegir al típico vendedor de cupones: uno de esos ciegos a los que nadie presta la menor atención, que con su mesita de tijera y las tiras sobre la mesa, no para de vocear: «La suerte. ¿A quién le doy la suerte? Dos iguales para hoy…». Se acercaba Mercader con su arrebatadora simpatía, saludaba amablemente y le pedía cupones por valor de mil pesetas; pero de todos los números a la venta, para tener así más posibilidades de acertar.

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