Por Salvador González González.
La deriva secesionista emprendida por los soberanistas, que veremos en dónde termina, con la enorme fractura social que ya está creada, me trae a mi memoria, mi etapa en el País Vasco, donde empleé mis esfuerzos y anhelos ‑de un recién acabado maestro‑ en dar clases a los alumnos en edad escolar. Aún no estaba implantada la coeducación; con eso queda dicho todo de lo antediluviano que suena ya la época, en localidades como Abechuco o Nanclares de la Oca o incluso la propia Vitoria, capital de Álava, donde los “babazorros” ‑saco de habas o comedores de habas, término empleado en vasco hacia ellos‑ nos trataban, al menos al principio, con cierto complejo de superioridad a todo foráneo, que según algunos decían iban allí a quitarse el hambre (puede que algún caso fuera cierto; pero no era la generalidad, sino a buscar trabajo y un futuro que no tenían quizás en su lugar de origen).