Por Dionisio Rodríguez Mejías.
7.-Como en el cine.
El último día aparcamos junto al Paseo Marítimo y acabamos en el Cactus, una conocida discoteca con música suave y poca luz. Entrando a mano izquierda, en la zona más oscura, había unos columpios en donde las parejas se balanceaban y se metían mano con absoluta tranquilidad. Hasta allí nos condujo el camarero, nos preguntó qué íbamos a tomar, pedimos un par de cubalibres y Olga empezó a columpiarse como una criatura. De cuando en cuando, se giraba para hablarme, y me rozaba el brazo con uno de sus pechos: concretamente con el izquierdo. Encendimos un cigarrillo, tomamos unos tragos del cubata y me dio un mordisquito en la oreja que yo tomé como una invitación al abordaje.