Por Fernando Sánchez Resa.
Al estar el frente tan cerca, nuestros jefes creyeron prudente no encender hogueras. Como aquel día amainó el viento y salió el sol, no sentimos la falta de lumbre. Aproveché para cambiarme de ropa dentro de un tronco de encinas, lavarla en un riachuelo cercano y secarla al sol. De nuevo nos pusimos a hacer una chabola, pero había escaso material (aunque alguno pudimos conseguir), puesto que por este encinar ya habían pasado (durante dos años y medio) muchas tropas…