Presentado por Manuel Almagro Chinchilla.
Un exceso de “amor por lo propio” no conviene confundirlo con el “amor propio”; pasional y detestable es el primero, y loable lo segundo. Siempre se ha dicho que todos los excesos son malos, como muy bien podemos observar en el caso que nos expone Ramón Quesada en el presente artículo. Se trata de un “amigo” ‑al que ni siquiera se digna nombrarlo‑, que amaba más los libros que coleccionaba que a su propia familia. Pero como todo tiene un final, el tiempo puso las cosas en su sitio y le dio un valor equitativo tanto a las obras materiales como a los sentimientos. Lástima que, a veces, sea tarde para rectificar.