68. Despertar sonoro

Por Fernando Sánchez Resa.

Tras dormir bastante bien en aquella extraña cama, el despertar fue impresionante y molesto… Retumbaban (cual broncas voces) las docenas de cañones rojos, sembrando de metralla los tres cerros de la otra parte del río (distantes a tres kilómetros de nosotros), donde se defendían los bravos soldados de Franco, lanzándonos numerosas granadas cuyo estallido resultaba imponente. Era la primera mañana en la que nos despertamos con sonora música de guerra, hasta que fuimos acostumbrándonos en los cinco días siguientes. Al estar instalados en un cerrete, tan visible al enemigo, hubimos de marcharnos de esa casa para buscar mejor refugio.

A las nueve, cesó el intenso cañoneo y los fusileros, protegidos por numerosos tanques y carros de asalto, comenzaron un fulminante ataque a los tres cerros nacionales (lugar estratégico del que dependía el cerco y la toma de numerosos pueblos). Se saldó sin éxito. Luego se repetiría a la noche, tras haber sostenido un fuego intenso durante todo el día, fracasando de nuevo.

El mismo despertar tenemos al día siguiente. Se sustituyen las dos brigadas por otras de refresco, estando convencidos de que el asalto de hoy triunfará, por lo que tienen la caballería preparada para seguir la segura huida de los nacionales; pero la valentía y suerte de estos van a frustrar de nuevo el ataque, como lo reconocen los mismos rojos…

Al oír continuamente, de boca de todos aquellos rojos (fuesen jefes, oficiales o soldados), blasfemias contra todo lo santo y terribles imprecaciones a sus enemigos los fascistas, sentíame obligado a decir a Dios, tras rezar el santo rosario y demás oraciones de obligación y devoción, una jaculatoria continuada durante todo el día: «Señor, confundid a estos blasfemos». Cuánto me alegraba, cuando a la noche (durante cinco días seguidos) el comisario y el teniente contaban las incidencias ocurridas… ¡Qué habrían hecho aquellos pobres diablos si se hubiesen enterado de lo cerca que tenían a los que pretendían desbaratar sus planes…!

Era el 19 de enero y ya me estaba acostumbrando a la cotidianidad del bronco retumbar del cañón, del incesante tableteo de las ametralladoras y del fuego de la fusilería, así como a despachar la correspondencia a los amigos de la retaguardia; sin saber que faltaba lo más impresionante: la aviación.

El día 22, aproveché la esplendorosa mañana para bañarme en las frescas aguas del río y hacer la colada. A la tarde, estando instruyendo a los soldados, hizo su aparición la aviación nacional con abundantes bombas. Fue mi primera experiencia tan cerca. El día siguiente fue de completa calma, pues ya se habían convencido los rojos que no tenían suficiente coraje para conquistar esos cerros cercanos, puesto que lo habían intentado por cinco veces, fracasando estrepitosamente, y con gran derroche de material y vidas humanas. Por eso, cuando la aviación nacional de nuevo dio tres impresionantes pasadas, sembrando los desolados campos con una lluvia de bombas y causando bastantes bajas en las filas rojas, ya sólo fue desistir de toda iniciativa y retroceder. Yo cavé una pequeña trinchera a los pies de una corpulenta encina, que no necesité…

Úbeda, 6 de julio de 2015.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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