Por Pedro Pablo Vico Robles.
La hiedra cubre la pared
que parte el jardín del huerto;
y el laurel, verdoso y yerto,
expande olor por doquier.
¡Jardín de la tarde roja!
¡Jardín del ensueño alado!
Mi alma a él ha regresado,
en el recuerdo que evoca.
En la tarde vieja y rosa,
con el tañer de campanas,
el aire, cálido y grana,
te acaricia y te arropa.
Y en el velo del ocaso,
sentado en el bello banco,
siento brillar la armonía
de las ninfas y de los hados.