Por Dionisio Rodríguez Mejías.
5.-El padre Fernández Marín.
Con Olga me cruzaba de cuando en cuando, al entrar o salir de la pensión; se reía de mí, me preguntaba que cómo me iba con las tías, y decía que estaba muy guapo con el pantalón gris y la chaqueta de azul marino. Algunas noches, ponía el disco que le había regalado y, al escucharlo, yo experimentaba una sensación de gozo tan intenso que cerraba los ojos y me quedaba así, hasta que la música terminaba.