Por Dionisio Rodríguez Mejías.
4.-Un encuentro sorprendente.
Una de aquellas noches, estábamos en la pista tan acaramelados, cuando se abrió la puerta de la calle y entró quien menos podía yo imaginar: Federico, “El Grillo”, mi antiguo compañero del colegio de Buenavista, con quien “El Colilla” y yo habíamos estado tomando unas copas en el pub Montecarlo y recordando anécdotas del colegio en su época de cantautor. Se había afeitado la barba, llevaba un traje claro, como de seda, invitaba a todo el mundo y tiraba el dinero a manos llenas. Parecía el jefe. Iba rodeado de una corte de tíos con pinta de chulos pendencieros y unas rubias, guapas y escotadas, que no paraban de beber champán y de reírle las gracias. En un momento, se hicieron los amos del local.