Tómalas y goza, humanidad

Presentado por Manuel Almagro Chinchilla.

No oculta Ramón Quesada la dificultad, al ver que, al fin, Úbeda y Baeza son declaradas Patrimonio de la Humanidad. En el artículo, refiere las vicisitudes, aplazamientos y retrasos, que pusieron en duda el final gozoso de tal consecución. Las dos ciudades hermanas, inseparablemente unidas en tal declaración.

Durante quince años, o cerca, han estado esperando Úbeda y Baeza la decisión de la Unesco y de sus veintiún “hombres justos” como agua de mayo. Agua de muchas primaveras que, si bien Martínez Kleiser y el pueblo, que también tiene voz, dicen que si nos da en la alopeciada testa nos hace crecer el pelo, a ubetenses y baezanos lo único que nos creció durante tanto tiempo fue el escepticismo, pero nunca la abulia. Además, por culpa de ello, muchas veces se nos vino encima la cubitera que, con gélida duda, nos “quemó” las ilusiones hasta convertirlas en algo parecido a las cenizas de las que no precisamente esperábamos otro “ave fénix” con la afirmación por delante.

Hasta conseguirlo, hasta que hemos dejado de ser “los porras”, digan lo que digan, esto, aquí en Úbeda y Baeza, ha sido como el cuento de nunca acabar. Dilaciones esperando que a la Unesco le saliera de sus entrañas ‑en este caso, de sus “prediccismos”‑ la nominación de las dos ciudades como “Patrimonio de la Humanidad”, que, por su interés, supondrá el maná terrícola que haría de estas el punto de mira para el mundo por su indiscutible haz de bienes culturales, históricos y artísticos “descubiertos” por los evaluadores que, ojo avizor, inspeccionaron todo lo nuestro con paciencia franciscana y bolígrafo rojo para los “yerros”.

No sé a quién he leído ‑¿Clarasó?‑ que, en cada amanecer, hay un vivo poema de esperanza; y que, al acostarnos, pensamos que se cumplirá. En nuestro caso, entiendo yo que, como no hay cosa tan esperada que siglos dure, tanto ubetenses como baezanos no hemos perdido el tiempo hasta que por fin se ha conseguido alcanzar el plinto para el nuevo abrazo de las dos ciudades sincronizadas que, otra vez en su historia, han formado pareja en liza de intereses comunes hasta ponerles cerco y lograrlos. Entiéndase ahora, en este minuto, esos intereses, como Patrimonio de la Humanidad, que es a lo que vamos; o, mejor decir, a lo que íbamos. Pues en cuanto a esto, ya estamos en tiempo pasado gracias a todos y a… México. Mas nada ha sido capricho, ni las dos “hermanas” han actuado por “manía senil”, dada su longevidad. Ni por obstinación infundada; sino que, “reconocido nuestro europeísmo”, esto era suficiente para solicitar este título por derecho propio. Pero la verdad es que todo fueron óbices, hasta prever la negativa sin vuelta de hoja que daba lugar para que todo el mundo creyera que, por parte de la Unesco, no había interés; pues, según noticias, se pensó que estábamos a años luz de conseguirlo por “entrometerse” otras pretensiones. Pero, a mi juicio, creo yo, es que no conocían nuestras magníficas joyas de pedrería renacentista, ni la historia de estas ni la nuestra.

Pero, cuando por fin se alcanza aquello que se había deseado mucho, cuando se reconocen nuestros méritos, «¿Sabemos siempre corresponder al dictamen de la justicia que nos favorece?», nos pregunta el académico Antonio Muñoz Molina, “invitándonos” a portarnos bien.

(21‑07‑2003)

almagromanuel@gmail.com

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