Por Fernando Sánchez Resa.
En esta dulce mañana sabatina, los antiguos alumnos de magisterio de la Safa de Úbeda están convocados, a las nueve y media de la mañana, en el ancho patio de los jesuitas para saludarse y charlar animadamente. Allí se presentan los escogidos que quieren y pueden hacerlo. Y tras los encuentros amistosos y una corta espera, todos toman sus asientos en el salón de actos, en el que anualmente lo hacen, para tener su asamblea anual correspondiente.
La mesa presidencial está compuesta por José María Berzosa Sánchez (presidente), Mari Carmen Ruiz Ara (secretaria), Manuel Almagro Chinchilla (vicepresidente) y Fernando Sánchez Resa (tesorero).
El presidente da comienzo al orden del día expresando la bienvenida a los presentes y disculpando a varios ausentes, explicando sus motivos. Luego, la secretaria, lee la larga acta de la asamblea del año pasado, que se aprueba unánimemente. El tesorero, creyendo que las cuentas escritas las habría traído el presidente, que es quien realmente ejerce como tal, como lo viene haciendo desde siempre, con su visto bueno, no puede explicarlas detalladamente; pero lo hace José M.ª Berzosa, resumiendo los gastos y el saldo que se tenía antes de la entrega en metálico de los premios, concedidos a los trabajos científicos y de relato dados este año, y diciendo la cantidad que queda disponible finalmente, aprobando la asamblea las cuentas del ejercicio. Después, el presidente comenta cómo han sido los premios dados en el comienzo de este curso y la posibilidad de seguir avanzando en este tema, con trabajos de calidad, mientras haya presupuesto para hacerlo…
Se aprueba la reelección de los mismos cargos y personas, pues no sale ningún voluntario de la asamblea que desee relevarlos… Y en un ambiente distendido y de compañerismo, Berzosa abre el capítulo de ruegos y preguntas que pueden resumirse en dos temas fundamentales. Uno: se habla del dinamismo que ha de coger esta asociación, poniendo todos los medios a su alcance, especialmente la implicación de los altos cargos de la institución Safa para que aumente su número de afiliados, incluso yendo por los colegios Safa para animar a apuntarse a la asociación, explicando todo lo bueno y bien que hace por la institución Safa y sus nuevos y antiguos alumnos de magisterio, para que se regenere y vivifique, y que las nuevas generaciones vayan tomando el relevo de los que se encuentran actualmente al frente. Dos: se comenta que los trabajos han de ser de calidad para ser premiados y que mientras haya presupuesto se seguirán concediendo, por lo que año a año (en la correspondiente asamblea) se irá aprobando y dilucidando… Tampoco se ve precedente anular esta cita anual, en el tercer sábado de octubre, en beneficio de la que se lleva haciendo en mayo, con motivo del antiguo alumno Safa, pues eso supondría perder nuestra propia identidad dentro del mundo Safa, al que también pertenecemos, aunque algunos asociados hayan preferido, estos pasados años, asistir a ella y no a la nuestra…
Las fotos de rigor y de familia, al término de la asamblea, no pueden faltar; además de las múltiples que efectúan a lo largo de toda la jornada muchos de los asociados o consortes que no quieren dejar pasar la ocasión de inmortalizar, un año más, este esperado encuentro amigal y fraterno.
Tras la pausada marcha pedestre hacia la Tercia, junto al torreón octogonal de la Corredera de San Fernando, en la que a las doce están citados para una cata gratuita de aceite, gracias a la deferencia del excelentisimo ayuntamiento ubetense, con alguna que otra parada de forasteros y esposas para la compra de productos autóctonos (o no) de esta ciudad, que tanto llevan en sus memoria todos los que aquí estudiaron, da comienzo la conferencia de Tomás Méndez Soria, en la sala donde están preparadas cinco copas azuladas, con diferentes aceites, para cada asistente; de forma que, tras la entretenida y enriquecedora charla, aprendan a distinguir, catando con el olfato y el gusto, su posible procedencia, cualidades, calidad, valor nutritivo, etc; además de pasar un rato muy agradable, con dejes de humor cuando había que calentar (“magrear”) la copa de aceite con las manos para que el oro líquido cogiera su punto óptimo: 28 grados. Así, todos aprenden que el mejor aceite es el virgen extra de oliva, y de que hay multitud de variedades y gustos; y que será la sabiduría, el dinero y el gusto de cada cual los que deban elegir el más adecuado para su hogar (teniendo en cuenta el binomio calidad‑precio); sobre todo, porque estamos en la provincia que es la capital mundial del aceite y, al ser una sociedad avanzada que ha progresado tanto en ese campo, debemos aprovecharnos de ello.
Y llegada la hora de la comida en el restaurante El Blanquillo, enclavado en plena muralla ubetense, junto a los frailes sanjuanistas y en un entramado de calles moras, todos vamos a sentarnos en la parte del patio, cerca y sobre la muralla, con unas vistas y temperatura extraordinarias que hacen pasar un par de largas horas de agradable conversación, con buenas viandas y bebidas (acorde con el precio estipulado), y buenas resonancias, que serán la gasolina necesaria para resistir hasta el año que viene, en el que vuelvan a encontrarse los asociados en la ciudad que les dio estudios de magisterio, recuerdos de juventud y añoranzas, cuando en su ancho mundo estaba casi todo por descubrir…
El loable esfuerzo de muchos de los asistentes que vinieron (además de los locales o pueblos cercanos) desde Almería, Torremolinos, Sevilla, Málaga, Cádiz… e incluso de Inglaterra, como nuestro icono, el belga Stephan de Vos, que a sus ochenta y un años mantiene intacta la llama encendida de la ilusión y del proyecto safista, a pesar de que estuviese bastante menos tiempo que otros muchos en la Safa de Úbeda; por ello es más digno de resaltar, un año más…
¡Hasta el año que viene, si Dios quiere, esperando que la salud y las ganas de encontrarse sigan aunándose…!
Úbeda, 18 de octubre de 2014.