45. A otra cárcel

Por ser cabo de dormitorio estaba (además) libre de trabajar en la construcción de refugios contra la aviación o arreglo de carreteras, cuando en abril y mayo de 1938 eran trabajos voluntarios; hasta que pasaron a ser obligatorios…

Aunque este bienestar duró poco, pues, a finales de abril, ya empezaron a trasladar a las cárceles de los pueblos a algunos presos gubernativos (que eran precisamente los menos indicados, ya que su culpabilidad era casi nula para los rojos; y que estaban allí más por precaución y protección) a campos de trabajo para que hiciesen fortificaciones y construyesen trincheras. Así lo determinaron…, cuando debieron ser los condenados por los tribunales populares (e incluso los presos políticos) los obligados a realizarlos.

Yo era uno de los nueve religiosos y un sacerdote, que estábamos en la lista de ochenta presos, la mayoría viejos y enfermos; quienes fuimos avisados para que estuviésemos preparados, pues podíamos salir en cualquier momento. Unos cuantos lo hicieron el día 29 de abril. A mí me tocó al día siguiente, por lo que preparamos el pequeño equipaje y subimos al camión que nos estaba esperando en la puerta exterior; habiendo sido recibidos, en la puerta primera, por un pelotón de guardias de asalto para conducirnos a nuestro vehículo. Junto a él aguardan algunos familiares, angustiados y tristes, que han podido acercarse un poco para despedirse (con la mano), llenas sus mejillas de ardientes lágrimas de amargura… Otros muchos no tenemos quien nos despida; mejor es así que vivir este desgarrador cuadro de dolor. Una vez estamos todos los presos colocados en el camión, el espacio es escaso y aún faltan los guardias, que finalmente se acoplan; y el motor se pone en marcha. Vamos dejando atrás Jaén, alejándonos de la cárcel y penetrando en los suburbios…

Todavía no sabemos a dónde vamos. Todo es una incognita; aunque se hacen muchas suposiciones… Sabemos que vamos hacia el oeste, con velocidad reducida, pues los caminos son malos. Todos charlamos animadamente; incluso los guardias se muestran afables y correctos.

Cuando llevamos viajando más de tres cuartos de hora, en esta cárcel móvil, divisamos un pueblecito que dista 15 kilometros de la capital: Fuerte del Rey. ¿Será éste nuestro destino? Una vez atravesamos las primeras casas, el camión se detiene en una pequeña plazoleta, retrocede dando media vuelta, y nos deja en la portada de la iglesia, cuya puerta abren. Allí vemos a los compañeros que se marcharon el día anterior. Hemos llegado a nuestra nueva cárcel.

Úbeda, 15 de agosto de 2014.

 

fsresa@gmail.com

Deja una respuesta