Para conocer hay que aprender a ver

Hay personas que están toda su vida pasando por delante de la puerta principal de la catedral de Sevilla y no serían capaces de decir si la escultura de san Pedro está a la derecha o a la izquierda; o aquellas otras que viven frente a la ribera del Guadalquivir y no podrían afirmar que los árboles que predominan son sauces o álamos. Estas personas se podrían calificar, aún teniendo la vista en perfecto estado, como ciegas, porque mirando a su alrededor no ven lo que hay.

Tanta es la importancia de la vista en el conocimiento profundo de las cosas, que el humanista Vives decía que el camino para aprender a amar es aprender a ver; y Cezanne, antes de empezar a pintar un paisaje, pasaba largos periodos tratando de “ver” los olores y los sonidos, y solo cuando los había “visto” comenzaba la obra.

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