Jaque mate al diálogo en dos “nivolas” de Unamuno, y 08

Escrito por Antonio Lara Pozuelo.

Dicho lo que precede y refiriéndome ahora a los fragmentos tomados de las dos novelas de Unamuno, veamos si en ellos se cumplen los criterios de lo que el lingüista Antonio Briz Gómez (ver su libro El español coloquial en la conversación, Ariel, 2002) llama situaciones coloquializadoras o que favorecen la coloquialidad.
Considerando la modalidad coloquial, Antonio Briz escribe que dicha variedad «queda delimitada por las cuatro características propias del registro:
1. CAMPO de la cotidianidad.
2. MODO, la espontaneidad.
3. TENOR, la interacción.
4. TONO, informal».
A. Briz añade que conviene matizar los rasgos asociados al contexto, porque en definitiva son los que favorecen o menoscaban la utilización del registro coloquial. Esos rasgos son también cuatro:
1. La ‘relación de igualdad’ entre los interlocutores: igualdad que se sobrentiende es de tipo socioeconómico y puede ser incluso amistoso.
Este rasgo se cumple en mayor o menor medida en los fragmentos de las dos novelas. La definición que nos ofrece la RAE a propósito del término casino (‘sociedad de hombres que se juntan en una casa, aderezada a sus expensas, para conversar, leer, jugar y otros esparcimientos, y en la que se entra mediante presentación y pago de una cuota de ingreso y otra mensual’) es al respecto particularmente llamativa, porque subraya precisamente esa ‘relación de igualdad’ socioeconómica y con posibilidades de esparcimiento (el juego de ajedrez, por ejemplo) que inducen a la posible amistad.
Es por lo que, en el caso de Niebla, podemos decir que se realizan explícita y cumplidamente esas exigencias de tipo socioeconómico y amistoso que, según Briz, solicita la ‘relación de igualdad’ entre los interlocutores‑jugadores de ajedrez Víctor Goti y Augusto Pérez.
En cambio, debido al persistente mutismo entre los dos jugadores, La novela de don Sandalio nos conduce a pensar que, al menos exteriormente, esa ‘relación de igualdad’ no es de carácter amistoso sino sólo de tipo funcional, puesto que está referida al papel de jugadores de ajedrez que desempeñan los dos personajes. Las otras características igualatorias se cumplen sólo implícitamente por el mero hecho de tratarse de personajes que concurren al casino.
2. El ‘marco discursivo familiar’ está determinado por la relación concreta de los interlocutores con el espacio o lugar en el que concurren. Si entendemos que ese espacio o marco discursivo es el casino, tanto los personajes‑jugadores de ajedrez de Niebla como los de La novela de don Sandalio, consideran el casino como lugar de encuentro ordinario, casi doméstico.
Las dos novelas difieren, sin embargo, con respecto a
3. Conversaciones con ‘Temática no especializada’.
Efectivamente, en Niebla, el diálogo durante la partida se desarrolla en torno al tema de las exigencias del juego de ajedrez y sus correspondencias existenciales (el ajedrez es como la vida), ‘temática especializada’, por así decir, del pensamiento unamuniano.
Recuérdese el fragmento en donde se establece esa similitud:
«—Así debe ser. Y en ello consiste lo educativo de este juego.
“Y por qué no ha de distraerse uno en el juego? —se decía Augusto—. ¿Es o no es un juego la vida? ¿Y por qué no ha de servir volver atrás las jugadas? ¡Eso es la lógica! Acaso esté ya la carta en manos de Eugenia. Alea iacta est! A lo hecho, pecho. ¿Y mañana? ¡Mañana es de Dios! ¿Y ayer, de quién es? ¿De quién es ayer? ¡Oh, ayer, tesoro de los fuertes! ¡Santo ayer, sustancia de la niebla cotidiana!”.
[…]
—Pero dime, Víctor, ¿la vida es juego o distracción?
—Es que el juego no es sino distracción.
—Entonces, ¿qué más da distraerse de un modo o de otro?
—Hombre, de jugar, jugar bien.
—¿Y por qué no jugar mal? ¿Y qué es jugar bien y qué jugar mal? ¿Por qué no hemos de mover estas piezas de otro modo que como las movemos?
—Esto es la tesis, Augusto amigo, según tú, filósofo conspicuo, me has enseñado».
En cambio, en la Novela de don Sandalio, la ‘temática no especializada’ se manifiesta de manera consumada en sus escasos diálogos, dondese mezclan las cuestiones puramente formales o puntuales (Cartas VI y XI) con las más cotidianas: el cansancio, la enfermedad, etc. (Cartas VIII y X). Porque lo importante para don Sandalio es jugar, sólo jugar y en silencio.
4. ‘Saber y experiencias compartidas’:
Este último criterio que favorece la coloquialidad según Briz, se manifiesta claramente en Niebla, porque los dos interlocutores, Augusto y Víctor, comparten, por así decir, no sólo el saber con relación al juego del ajedrez, sino también lo que podríamos llamar las ‘relaciones vivenciales’; por ejemplo, las que unen a Augusto Pérez con Víctor Goti por razones de amistad y estrato sociocultural:
«—Bueno, pues voy a darte una gran noticia —dice Augusto—.
—¡Venga!
—Pero asómbrate, chico.
—Yo no soy de los que se asombran a priorio de antemano.
—Pues allá va: ¿sabes lo que me pasa?
—Que cada vez estás más distraído.
—Pues me pasa que me he enamorado».
En La novela de don Sandalio, sin embargo, salvo las experiencias relativas al silencioso juego de ajedrez, en ninguna otra experiencia concurren de manera explícita los intereses de los dos jugadores.
Finalmente, en cuanto a lo que Briz llama los «Tres rasgos primarios o básicos de la situación coloquial», a saber, la ausencia de planificación, la finalidad interpersonal y el tono informal, los tres se efectúan en el texto de Niebla. Más aún, yo diría que se relacionan directamente con la poética narrativa de Unamuno, relativa a la invención de ese nuevo género que denomina nivola y que cité antes. Recuérdese: cuando A. Pérez le pregunta a V. Goti si su novela tiene argumento, éste responde:
«Mi novela no tiene argumento, o mejor dicho, será el que vaya saliendo […], voy a escribir una novela, pero voy a escribirla como se vive, sin saber lo que vendrá».
Es decir, sin planificación, «a lo que salga», como decía Unamuno.
En cambio, si ninguno de esos ‘Tres rasgos básicos’ se muestra en la Novela de don Sandalio es probablemente debido a estas dos razones:
a) En primer lugar, a que en esta narración, la cotidiana partida de ajedrez no está utilizada, como en Niebla, para la formación de la personalidad del protagonista, el cual necesita dialogar para construirse, para ser y para hacerse.
Por su parte, en la Novela de don Sandalio, la partida de ajedrez tiene un fin en sí misma y el dialogar está substituido por otro tipo de intercambio dialoguístico, como el movimiento alternativo de las fichas:
Carta IV
«Don Sandalio no viene al casino más que a jugar al ajedrez, y lo juega, sin pronunciar apenas palabra, con avidez de enfermo. Fuera del ajedrez parece no haber mundo para él».
b) Y en segundo lugar, porque lo que se pretende en La novela de don Sandalio es la «búsqueda, construcción y lectura del otro en su realidad más íntima». Por lo tanto, el «verdadero diálogo» entre los interlocutores no es un diálogo hablado, sino únicamente el que se ha intentado establecer en una escala interior, en un nivel de conciencia, cuyo objetivo es el conocimiento del otro. Por eso, en la carta VIII, el epistológrafo escribe:
«Este mi don Sandalio, no el que juega al ajedrez en el casino, sino el otro, el que se me ha metido por el hondón del alma, el mío, me sigue ya a todas partes: sueño con él, casi sufro con él».
Y, más tarde, cuando indaga acerca de la muerte de don Sandalio, se enterará de que también don Sandalio «imaginaba», «inventaba» la vida del epistológrafo.
Ese don Sandalio que «siempre jugaba en silencio. Silencio sólo realzado por aquella única palabra que pronunciaba, litúrgicamente, alguna vez, y era “jaque”. Y no pocas veces hasta la callaba, pues si se veía el jaque y mate, ¿para qué anunciarlo de palabra?».
En estas condiciones, el diálogo, tal como lo entienden los lingüistas (intercambio de informaciones en el sentido general del término), no parece posible. Pero como lo concibe Unamuno, sí.

antonio.larapozuelo@unil.ch

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