El amor es un juego de espejismos, un juego
de erizados cristales, falsas lunas, declive
de las playas bañadas de oro líquido y pálido.
A un mismo tiempo pasan la luz y las tinieblas,
el aroma y el tacto, la tentación y el gozo.
Falso el amor y falsos los espejos. La imagen
que aparece desnuda como un árbol de estrellas
es la fugaz presencia de la muerte gloriosa.
Si salieran al campo los ángeles con alas
pintadas ‑o vidrieras‑, ángeles alhelíes
envueltos en espejos y heridos por el rojo
del ocaso, el amor tendría alzadas torres
para evitar que fueran sus huéspedes incómodos.