A la entrada de la casa me recibió una muchacha roja (sin yo saberlo). Ella misma subió a anunciarles que les esperaba un sobrino de Madrid. Todo fue magnífico: presentación, entrada y creencia ‑por todos‑ de que yo era Miguel (el sobrino del señor). Subí al piso de aquella familia bienhechora que me cuidó cual si fuera su hijo, recordándome que me esperaban la noche anterior y el mal rato que pasaron. Ese día pasó rápidamente… A la noche, escuché por la radio al general Queipo de Llano; me enteré de que las tropas nacionales habían tomado Toledo, lo que me congratuló. Las siguientes tres noches pudimos oírla, a escondidas, pues estaba rigurosamente prohibido escuchar las transmisiones nacionales; hasta que nos quitaron el aparato, por lo que en los tres años de guerra no pude escucharlas más…