3) Estructuras latentes
El fragmento del Lazarillo transcrito pone de relieve la confrontación de dos mentes astutas que pugnan en silencio por disfrutar del vino contenido en un jarrillo de barro: acosos cada vez más elaborados y sigilosos por parte de Lázaro, y defensa cada vez más prudente y recelosa por parte del Ciego. Se podría decir que las eventuales réplicas habladas de cada interlocutor han sido sustituidas por un silencioso “diálogo de acciones”: a la acometida de Lázaro responde el Ciego con una reacción de carácter defensivo; respuesta que, a su vez, genera otra situación similar y, con ella, una nueva fase de Acción-Lázaro / Reacción-Ciego.
Todo el fragmento se desarrolla, pues, según la dinámica de esemovimiento pendular cuya importancia en la economía de la secuencia llega a sertal que ha hecho, narrativamente, innecesaria toda noción de tiempo o deespacio. Porque, en efecto, si se nos cuenta que las sucesivas acciones deLázaro le han permitido beberse el vino del jarrillo dos veces (líneas 13-14: «chupandoel vino lo dejaba a buenas noches»; líneas 34-35: «Cuando el pobreto iba abeber, no hallaba nada»), en cambio, el texto no nos porporciona ningún datoque, en rigor, nos permita saber:
— si lo sucedido tiene lugar durante un almuerzo o una cena;
— si la acción se desarrolla a mediodía, por la tarde o por la noche;
— si se trata de la misma comida o de diferentes. Y, aunque esta última hipótesis sea la más plausible (puesto que en la línea 43 se lee «y luego otro día»), tampoco sabemos exactamente:
— cuánto tiempo ha transcurrido entre las diferentes estratagemas;
— en qué período del año estamos (aunque en la línea 26 leemos «fingiendo haber frío», lo que parece suponer que ocurre durante el invierno); como tampoco sabemos dónde se sitúa la acción, ni si transcurre en el mismo lugar o en lugares diferentes.
De todo ello se prescinde, porque lo que en realidad pretende el narrador es subrayar la calidad imaginativa y de astucia que precede a las acciones de los dos personajes. Así, cuanto más inventivas son las trapacerías de Lázaro, mayor calidad de reflexión demostrarán tener las reacciones del Ciego y, en consecuencia, mayor extensión y matización narrativa necesitarán las unas y las otras.
Analicemos, pues, brevemente ese diálogo de acciones que, como ya queda dicho, está estructurado según el siguiente movimiento pendular o alternativo: Lázaro-acción / Ciego-reacción.
El conjunto del fragmento puede dividirse en tres núcleos o unidades que corresponden de manera alterna y sucesiva a las acciones de Lázaro y del Ciego respectivamente.
Por un lado tenemos, pues, las tres acciones de Lázaro destinadas a beberse cautamente el vino del jarrillo:
— líneas 2–4: «yo muy de presto le asía y daba un par de besos callados y tornábale a su lugar».
— líneas 10-14: «yo con una paja larga del centeno, […] que tenía hecha, la cual metiéndola en la boca del jarro chupando el vino lo dejaba a buenas noches».
— líneas 22-34: «acordé en el suelo del jarro hacerle una fuentecilla y agujero sutil, y delicadamente, con una muy delgada tortilla de cera taparlo, y al tiempo de comer, fingiendo haber frío, entrábame entre las piernas del triste ciego a calentarme en la pobrecilla lumbre que teníamos, y al calor della luego derretida la cera, por ser muy poca, comenzaba la fuentecilla a destilarme en la boca, la cual yo de tal manera ponía, que maldita la gota se perdía».
Y, como respuesta a las acciones de Lázaro, tenemos las tres reacciones del Ciego destinadas a proteger su vino:
— líneas 7–8: «nunca después desamparaba el jarro, antes lo tenía por el asa asido».
— líneas 16–19: «mudó propósito, y asentaba su jarro entre las piernas, y atapábale con la mano y así bebía seguro».
— líneas 39 – 68: «tantas vueltas y tientos dio al jarro que halló la fuente y cayó en la burla […] y luego otro día […] alzando con dos manos aquel dulce y amargo jarro, le dejó caer sobre mi boca».
Esta división tripartita, que acabamos de establecer, se puede apreciar mediante una simple lectura del fragmento, y se puede justificar, alegando que el narrador ha colocado determinados signos lingüísticos (punto y seguido), que señalan claramente el inicio y final de cada una de las tres unidades; pero, sobre todo, tal división se justifica, porque dicho fragmento se estructura según una clara lógica actuante. Ello, además de constituir una característica típica del relato folclórico, hace que nuestro texto se pueda someter a la aplicación de un análisis estructural, según la teoría de los niveles funcionales expuesta por Roland Barthes.
Teniendo en cuenta dicha teoría y terminología, podemos comprobar que, en nuestro texto, las llamadas funciones integrativas (es decir, aquellas que comportan informaciones e indicios) no le merecen especial atención al narrador, mientras que las funciones distributivas (es decir, las que se refieren al “hacer”) sí aparecen sumamente desarrolladas y, naturalmente, en relación directa con la aludida pugna entre Lázaro y el Ciego.
Agrupando las funciones distributivas (las referentes al “hacer”), que aparecen en nuestro texto hasta ese momento en que, con la tercera astucia de Lázaro (la de la bolita de cera), el Ciego se muestra totalmente desconcertado, tendríamos este cuadro:
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CIEGO
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LÁZARO
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lín. 1-8
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“usaba poner”
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“asía” / “daba” / “tornábale” |
lín. 9-19
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“(nunca) desamparaba” / “tenia asido” |
“tenía hecha” / “metiendo” / “chupando” / “dejaba a buenas noches” |
lín. 19-37
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“asentaba” / “atapaba” / “bebía” / “Iba a a beber” / “no hallaba” / “espantábase”/ “maldecíase” / “daba” / ”no sabiendo qué podía ser” |
“acordé hacerle” / “taparlo” / “fingiendo haber frío” / “entrábame a calentarme” / “ponía a la boca” |
Esta simple descripción del modelo funcional del hacer, según la terminología de Barthes, nos es útil para poner en evidencia los aspectos siguientes:
1) Que, hasta aquí, en la pugna por conseguir el vino (Lázaro-acción vs. Ciego-reacción) Lázaro sale vencedor, lo cual aparece reflejado en lo que concierne a los haceres:
líneas 2/4: asía (1), daba (2), tornábale (3).
líneas 10/14: tenía hecha(4), metiéndola (5), chupando (6), dejaba (7).
líneas 22/34: acordé hacerle (8), taparlo (9), fingiendo haber (10), entrábame a calentarme (11), ponía (12).
líneas 7/8: (nunca) desamparaba (1), tenía asido (2)
líneas 16/19: mudó (3), asentaba (4), atapábale (5), bebía (6)
líneas 39 /68: dio (7), halló (8), cayó (9) disimuló (10), no lo hubiera sentido (11).
2) Al progresivo acercamiento y acoso de Lázaro al jarrillo, corresponde la reacción cada vez más cauta y protectora del Ciego con respecto al mismo:
LÁZARO
“Usaba poner cabe sí” “chupando con una paja” “comenzaba a destilarme |
CIEGO
“asía-daba-tornábale”
“tenía por el asa asido” “asentaba entre las piernas, y atapábale con la mano” |
3) Paralelamente, el aprecio de los dos personajes con respecto al jarrillo se verá contrastado: fingido desinterés por parte de Lázaro vs. actitud cada vez más posesiva por parte del Ciego.
Como ya queda señalado, la tercera artimaña de Lázaro (la de tapar con una bolita de cera el agujerillo hecho en la base del jarro) ha sido, al parecer, la definitiva, puesto que el Ciego se muestra tan confuso y desamparado, tan sin capacidad de reacción (“no sabiendo qué podía ser”), que la acción queda como suspendida en su primera fase de alternancia, en espera de la posible respuesta del Ciego.
Es importante observar, por otra parte, que esta suspensión del movimiento pendular aparece reforzada por un inesperado cambio de estilo narrativo, mediante la intervención personal de Lázaro: «No diréis, tío, que os lo bebo yo, decia, pues no le quitáis de la mano» (líneas 37-39). Una intervención que divide nuestro texto en dos partes cuantitativamente similares, cuya pertinencia se verifica considerando estos dos aspectos:
—Psicológico, puesto que denota la seguridad que ha adquirido Lázaro en lo que concierne la fiabilidad de su última astucia (confianza);
—Moral, puesto que Lázaro añade a la mendax actio (engaño) precedente el verbum mendax (cinismo).