A mí siempre me ha gustado memorizar hechos y secuencias que he vivido o he visto y que, en el transcurrir del tiempo, no se han enturbiado en mi memoria. No es que tenga ninguna importancia lo que a continuación voy a narrar: un hecho de los muchos que viví y que están relacionados con la guerra, sublevación, movimiento, revolución, alzamiento glorioso… Cada bando le dio su calificativo.
Corrían los primeros meses de esa contienda. En el taller, ya normalizado, se trabajaba a tope; no lo que era habitual, como las jáquimas, albardas, ataharres y enseres para la cosecha venidera de la aceituna. La mayoría de las fincas y cortijos estaban colectivizados y apenas había hombres jóvenes o maduros que pudieran trabajar el campo. Todo lo que trabajábamos era para la guerra. Los militares, casi a diario, nos visitaban por sus fundas de pistola, sus correajes o los leguis ‘Especie de media calza, hecha regularmente de paño o cuero, que cubre la pierna hasta la rodilla y a veces se abotona o abrocha por la parte de afuera’. No sé de dónde salieron tanta pistola, revólveres y hasta trabucos. Yo ya conocía algunas marcas de pistolas como Star, Astra y algunas más de tanto verlas y nombrarlas sus nuevos dueños.