Por Pedro Pablo Vico Robles.
Esperando la estela del poniente,
escuchando el tañido de campanas,
una flecha en mi corazón se clava,
viendo aquel jardín tan bello en mi mente…
El cielo es ascua de fuego,
en el fulgor de la tarde.
Y aquel chorro de la fuente
con agua, de taza blanca,
va susurrando las notas
que sobre el oído tañen
en aquella tarde vieja,
de la que hoy hago alarde.
La tarde remueve el alma
del poeta que renace.
El sol, de bronce vestido,
la pinta en ocre paisaje.