Por Dionisio Rodríguez Mejías.
6.- El compromiso
Noté que mis palabras le habían causado una buena impresión. El brillo de sus ojos lo delataba. Por fin, seguro de su éxito, se decidió a lanzarme la estocada final.
—Y hablando con franqueza, querido Alberto, ¿usted quiere a mi hija, de verdad? —me soltó así, sin andarse por las ramas, tratándome de usted para inculcar a la pregunta mayor solemnidad—. Me refiero a que si sus intenciones son nobles y correctas. Dicho de otro modo: ¿me da usted su palabra de que piensa casarse con ella? —y añadió con una sonora carcajada—. Lo digo, para ir preparando el regalo.