12-07-2012.
Me canso de ser hombre, neruda por si acaso, sonrisa en los talones leyendo a blas de otero, el lago en la acidez de la barriga nocturna, siempre siendo amapolas en días de candelaria, oasis algún día, tu madre en los chorizos, hambriento de escrituras y de notas al margen, registros de papeles en el piso comarex, proyecto ya perdido entre prosas de amor, la fruta verde de aquel piso de málaga.
Me canso de este canto, la misma partitura, concejal a destajo y a despecho, con tiempo insuficiente para regarte a diario como tú te mereces, no digas más cohoones, la mesa azul de pájaros hirviendo en escabeche, jozú mi arma, vaya, los hércules que llegan, el himno mutilado, vendrán luego los foros de los hijosdeputa cabizbajos, a repartir estopa.
—¡Me amaste tanto –dije‑ y tan desgraciadamente!
Me canso de esta silla, del wifi, de la mierda que llega a los barrotes del último suspiro, tejuela en los pulmones del viejo palomar, sudor que me deprime los helados deshielos, y ese frío de vientre que se instala, como cinturones de sábanas, me pongo bocabajo y me rasco los güevos, así hasta el infinito, contando las rutinas de todas las ruinas oscuras, cabezonas, el teide tenerife del viaje de novios queda lejos.
Me canso de llorarme en la risa de estos vientos infernales de enero, golpeando palabras ari‑dulces, como manzanas secas en las sucias cunetas, te piden la limosna con el ojo encajado en esa piel tan negra que casi te da susto, y vienes, presumido, día de la tolerancia, a dar un golpe seco en las viejas costumbres, pero nada se inmuta, la flor sigue el desmadre, procesión y cornetas como siempre, en una playa de palmeras y de ángeles caídos.
—¡Te amo tanto ‑dije‑ y tan desgraciadamente!