06-07-2012.
Le temíamos a los días de la luna como a una vara verde, como a un fantasma épico; el lunes madrugaba contra todos los pronósticos y, sobre todo, contra nosotros mismos; siempre cabal e incansable, el despertador nos despuntaba el primer harapo; hasta que nos tirábamos al coleto la guindilla de la tasca pepillo, flamenquín en el regio, otro lunes de rayos, mientras en la helada plaza se nos ponían los vellos de punta… y luego aquel espejo con las ojeras rotas.