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15-07-2012.

El comisario Omayocán no tenía ideas, tenía armas. Su mente era estrecha, como su alma, y aún lucía un pecho grande y fuerte, y unos puños poderosos. Las ideas se las suministraba Aquilino, el “Faquir”. Omayocán Sabanagrande solo tenía que dar las órdenes. El “Faquir” pensaba, Áureo verificaba y Omayocán sentenciaba. El “Faquir” decía sangre, y era sangre; decía huellas, y eran huellas; decía crimen, y era crimen. Áureo anotaba, registraba y confirmaba. Pero decidía el comisario.

El comisario Omayocán preguntó al chato Patrocinio:

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