Retrocesos

Perfil

Por Mariano Valcárcel González.

La física está repleta de ejemplos de fenómenos basados en todo tipo de ondas; todavía se descubren nuevos tipos, como las gravitacionales. La onda tiene un desarrollo oscilante, de valles y picos más o menos acusados y de amplitudes diversas, con frecuencias también distintas, por ello tantas clases; pero a veces rebotan y se vuelven hacia atrás. Siempre bajo el mismo modelo sinusoidal.

Parece ser que este fenómeno físico todo lo atrapa bajo su modelo, que todo o sigue de forma oscilante o de forma envolvente, mas nunca –de hecho– de forma lineal y recta, inconmovible e inalterable. Todo determinado pues, por las alteraciones espacio–tiempo y sus deformaciones universales. Y nuestras conductas van subordinadas a esto.

Así que, se quiera o no, todo vuelve a presentarse una y otra vez siguiendo frecuencias y amplitudes de onda, en una progresión retroactiva, que avanza retrocediendo. Paradoja. Y estamos en tiempo de reversión. Lo vemos y sentimos, no nos engañemos ni nos engañen; sí, que no es exactamente igual que lo anterior, eso es indudable e inevitable, pues –si no– sería meramente un viaje en el tiempo, un volver a ser y estar en lo que ya no se puede. Salvo en las recreaciones más o menos ajustadas y en las películas más o menos veraces.

La ofensiva nacionalista, proteccionista (¿incluso la autarquía?), revisionista, revanchista, fascista, ¿no es una pura reversión hacia lo ya vivido y experimentado?, ¿qué se descubre como nuevo?, ¿que existe ahora internet, que vamos hacia los coches autónomos, que las costumbres y demás circunstancias son distintas en las formas y en las presencias…? Bueno, ¿y qué si el sustrato es el mismo, si las causas que los alimentan terminan siendo si no iguales sí ideológicamente semejantes? No nos dejemos engañar por quienes hacen interpretaciones al gusto, interpretaciones adecuadas políticamente a esa corrección inane y sínsola que únicamente trata de taparse los oídos castamente, para no escuchar la verdad; verdad que no es que nos pueda hacer libres, es que nos debe también hacer de vez en cuando daño.

No es casual, porque apenas nada hay casual en el universo, que ya Einstein se atrevió a decir que «Dios no juega a los dados»y, por lo tanto, todo se debe a un porqué (y los demás interrogantes necesarios). No es casual que tras el imperio del neoliberalismo más atroz se retorne al proteccionismo más insolidario. Ya ha cambiado el ciclo. Ahora nos encontraremos, nos encontramos, otra vez, en la época de los salvadores, los de las fórmulas mágicas, los de la adhesión incontestable, porque incontestables son sus argumentos, por lo contundentes y escasos.

A principios del siglo pasado, en EEUU se publicaron las leyes anti cártel y anti trust por los evidentes excesos y abusos que el capitalismo estaba mostrando. Bien, estas leyes en general quedaron en aguas de borrajas y el poder del dinero y de los negocios se afianzó hasta alcanzar las cotas de dominio, conocidas en este principio del siglo veintiuno. También los evidentes excesos de la respuesta socialista –en su forma de dictaduras comunistas– en apariencia terminaron, mas el olvido voluntariamente provocado de ello nos lleva a un intento de actualización de los mismos.

Como se ha aprovechado poco de las enseñanzas que los hechos nos demuestran (y –como escribo– se procuran olvidar), no es extraño que el proceso de retorno hacia fórmulas añejas se produzca con aceleración.

Lo más peligroso es el avance de los extremismos. Económicos y políticos, que ambos van siempre de la mano. Se vuelve a las posiciones de salida que ya existieron a los inicios del siglo veinte; pero se dejan a un lado, en amnesia total, las consecuencias que de ello se derivaron. Recordemos que esas consecuencias nos llevaron a dos enormes y terribles guerras mundiales (y en primer lugar, no deberíamos olvidar los millones de muertos que supusieron); nos llevaron a la imposición de las dictaduras de derechas, fascistas, y a la revolución rusa y la implantación de su modelo comunista (que también arrastraron sus millones de muertos colaterales). Nos llevaron a las explosiones nucleares en Japón y a la proliferación de armas atómicas, que quién sabe si todavía no nos dan un tremendo disgusto (o cosa peor, que su peligro no ha remitido).

Estas tremendas consecuencias políticas y sociales no fueron ni más ni menos que resultado de unas políticas agresivas en lo económico. El proteccionismo a ultranza y la imposición de la economía neocolonialista, en una clara demostración de fuerza de unos contra otros y de la mera explotación de los recursos de los débiles, fuesen recursos naturales y materias primas o fuesen recursos comerciales y de mercado, llevaron adonde llevaron; y negarlo o hacerse el ciego, mudo y sordo ante ello es cavar nuestra propia tumba.

Dejar, pues, que una ultraderecha, que empieza a desmadrarse y a mostrar claramente sus ambiciones, alcance el poder en los estados democráticos, estilo francés (en clara ofensiva desde hace años) o que la ultraizquierda neo–revolucionaria, en acción paralela y hasta convergente (como antaño) con los anteriores, avancen y obtengan cuotas de poder; si no el poder total, es ir al desastre. Y si no lo remedian los estadounidenses, dejar que una persona como Trump sostenga las riendas del poder en ese país es claramente demencial.

Si miento, que lo digan los chinos. Ya han avisado.

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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