Por Dionisio Rodríguez Mejías.
6.- La puntilla.
A la vista de que tenía perdido el debate, el señor Romero cambió de táctica, miró a la concurrencia con expresión serena y le echó a Martín una mano por encima del hombro, de igual a igual, como dos amigos de la infancia.
―Mira, Martín, quizás hemos empezado con mal pie, pero no quiero parecer desconsiderado contigo; te aseguro que, debido a mi profesión, he conocido a muchas personas en mi vida. Ejecutivos y agentes de ventas a los que no les permitiría que regaran mis macetas en vacaciones; en cambio, tú y yo podríamos ser buenos amigos. ¿Sabes por qué? Porque, aunque estoy convencido de que te equivocas, me pareces una persona buena y decente. Y quiero decirte una cosa más: si haces bien este trabajo, si pones atención y sigues mis instrucciones, podrás llegar muy lejos en la vida.