“Los pinares de la sierra”, 116

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

3.- Inmerso en un mar de dudas.

Estuvimos unos días sin hablar apenas. Yo no quería tener problemas con mi amigo, y el domingo por la mañana llegué al despacho diez minutos antes de las siete. Se alegró al verme, me estrechó la mano y, seguramente, para animarme, me entregó la ficha de un matrimonio que vivía en el Paseo de la Bonanova y que, según una anotación de la entrevistadora, subirían acompañados de su hija, una chica de unos dieciocho años.

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