Por Mariano Valcárcel González.
Estimado señor o señora:
Nos encontramos en el pantano, que se decía en la Revolución Francesa. O sea, en el grupo enorme de la masa ciudadana que ni está en “La Montaña” (con “la”), ni termina formando parte de la aristocracia. O sea, que usted y yo somos gentes del común, que no comunes, con nuestras similitudes y nuestras diferencias, que ello forma parte de la diversidad enriquecedora y no de la uniformidad embrutecedora. Y quienes quieran entender que entiendan, que no me voy a extender en exégesis.
Pero nos toman por material amorfo al que hay que amoldar, ablandar, dar forma y cocer al gusto de quienes se toman la licencia (amplias veces usurpada) de hacerlo en nuestro supuesto nombre. Así que, queramos o no, seremos carne de cañón en manos de artilleros bizcos.
No te creas, ciudadano, que todo lo hacen por tu bien, aunque eso digan. Lo hacen por motivos egoístas, sean por mero protagonismo, por su fanatismo incontrovertible, o por taparse las vergüenzas generando más vergüenzas. Por mero interés personal, que es lo mismo que decir de partido al que están adscritos. Todo este embrollo en el que te han metido no es más que eso, una carrera hacia delante sin freno ni control.
La dirigen las derechas de uno y otro lado. ¡Qué paradoja; derechas que muchas veces se hacen favores, pero que otras se enfrentan por mantener su exclusivo corralito de poder! Derechas a las que le viene muy bien encelarte con sus señuelos, trapos de colores idénticos, para que olvides sus trapisondas, sus delitos, sus robos y corrupciones bien planificadas y ejecutadas; te han birlado millones para sus gastos personales o para jugar sucio en las elecciones, cercenándote tus básicos derechos en sanidad, en trabajo, en educación…; porque, a menor inversión en ello, menos eficacia en su aplicación.
A ellos les conviene la situación de marasmo actual, pensando que «A río revuelto, ganancia de pescadores». Por ello, no han hecho nada por evitarlo; al contrario. Sacarán, eso creen, tajada de ti.
Lo peor es, ciudadano o ciudadana, que existen quienes debieran ocuparse en desmontar este tinglado y, sin embargo, colaboran al mismo. Se dicen de izquierdas (o sea, “La Montaña”), pero solo trabajan para sus partidos y su intención del alcance del “Poder” (así, con mayúscula), pues entienden que su poder debe ser inmenso y único, si lo alcanzan. Dicen, con la boca llena, que hablan en nombre tuyo, ciudadano, pero cambiado a nombre de “Pueblo”. Cosa más populista. No te equivoques o te dejes engatusar; quienes colaboran y fomentan a enredar aún más la situación actual, en vez de tratar de aclararte las ideas que te envenenan, los otros no son sino meros acólitos, tontos útiles, de los mismos. Les facilitan el camino, porque les hacen el trabajo sucio. Se creen que llegarán, pero saben, sin embargo (y se ciegan a caso hecho), que no, que nunca lo lograrán.
¿Por qué entonces tanto dislate? Porque vivimos en un periodo de transición, en el que cualquier cosa ya es posible. Faltan ideas, ideales y líderes verdaderos y honrados que sepan poner en valor el bien común, frente al interés de partido o de casta. Faltan políticos de raíz profunda y de cimientos recios y firmes. Creíbles no solo por su persona, sino por lo que representan. Tenemos exceso de chisgarabís y memos con ínfulas de grandeza, que, en realidad, no valen ni para conserjes de un instituto. Arribistas muchos. Sinvergüenzas, en variedad y número suficiente como para llenar todas las cárceles del país, tras echar fuera a los presos comunes.
Queridos conciudadano o ciudadana; el verdadero poder está en nosotros, los verdaderos comunes, los que ni ansiamos ni pretendemos mangonear a los demás, ni acaparar cargos y tribunas, ni considerarnos portavoces de nadie ni de nada; solo de nuestra existencia corriente, de nuestros valores como personas pertenecientes a una comunidad, de la honestidad de nuestro trabajo, de nuestro esfuerzo, de nuestra seguridad. Los que queremos el porvenir de nuestros hijos y nietos sin sobresaltos. Los que, según el uso de los revolucionarios de manual, somos aborregados burgueses; como si ellos no lo fueran también, cuando pretenden, una vez en el poder, tener lo mismo. Mentecatos.
En fin, perdona la misiva. Es que no me podía callar. Un saludo cordial y que podamos vernos por mucho tiempo.