Por Jesús Ferrer Criado.
En los últimos sucesos de Cataluña, hemos visto cómo la pasión separatista ha arramblado con la legalidad nacional e incluso autonómica. Ha destruido la convivencia entre vecinos, amigos y familiares. Ha llenado la calle de una turba vociferante inmanejable que, en cualquier momento, puede ser violenta y ha dejado clara su falta de escrúpulos para utilizar en su beneficio niños y ancianos como escudos humanos frente a las fuerzas del orden.